martes, 28 de abril de 2009

EL SINDICATO, ACCIONISTA MAYORITARIO DE LA CHRYSLER

Días atrás,  anunciábamos que era inminente un acuerdo entre la empresa FIAT y el sindicato norteamericano UAW, la organización de los trabajadores del sector, sobre Chrysler: el sindicato se haría con el 55% y la empresa italiana con el 35 %. El resto iría al Gobierno norteamericano y a los acreedores garantizados. El acuerdo está ya a punto de caramelo, sólo falta cerrar la negociación con la Banca.


El acuerdo prevé una inversión de 8.000 millones de dólares por parte de FIAT, la creación de 4.000 puestos de trabajo entre los trabajadores afiliados al sindicato y la fabricación en las factorías norteamericanas de un modelo de coche FIAT. Por otra parte, Daimler cedería a Ceberus su 19.9 % y a cancelar los 1,5 mil millones de dólares que prestó a Chrysler. Dentro del acuerdo, la firma alemana pondrá, en los próximos tres años, 600 millones de dólares en las cajas del fondo de pensiones de los ex trabajadores de la ex Damler Chrysler. Las contrapartidas en el terreno social ya fueron explicadas en la entrada que citamos más arriba. Por su parte, el sindicato (alemán) de la OPEL dice que no acepta la reducción de los costes de 1,2 mil millones de dólares prevista en la propuesta de la empresa. Más exactamente lo que dicen es que no aceptarán la contribución de los trabajadores sin un claro plan industrial para el futuro de OPEL. Por lo demás, otro problema es que el sindicato de OPEL considera “indeseable a FIAT, negligente y poco profesional”. La salida que prefieren los sindicalistas es un ingreso temporal del gobierno alemán.


A su vez, el amigo 
Gianni Rinaldini, primer dirigente de la federación metalúrgica de la CGIL, es de la opinión que FIAT, antes de lanzarse a esta operación, debería haber elaborado un plan industrial para sus factorías en Italia. El secretario general de la CGIL, Guglielmo Epifani –tradicionalmente enfrentado a Rinaldini – ha expresado una opinión matizada: “el acuerdo entre los sindicatos americanos y Chrysler, en puertas de un pacto con la FIAT, es un paso adelante, pero hay que pensar en la producción y el empleo en Italia, salvaguardando sus empresas”.


Sindicalmente hablando nos encontramos, como mínimo, ante dos elementos: una, que un sindicato se va a convertir en el accionista mayoritario de una empresa (en este caso trasnacional); los contradictorios planteamientos que cada organización sindical tiene ante un problema global. Esto último no es noticia, pero en este caso da la impresión que tanto los italianos como los alemanes tienen la lógica desconfianza de que sus empresas se hagan grandes fuera de sus propios países a costa de empequeñecerse en su propio país. Lo que muy particularmente ocurre en Italia: Fiat vuelve a tener problemas, afirman sus dirigentes, debido al carácter errático de la demanda.


Cuestión aparte es que una organización sindical se convierta, como hemos dicho, en accionista mayoritario y, más todavía, de una empresa trasnacional: nada menos que de Chrysler. El sindicato, así las cosas, sería arte y parte: dueño de la mayoría del capital y defensor de la condición asalariada, representante de los Capuleto y los Montesco. Falta por ver qué repercusiones tendrá esta anomalía así en los Estados Unidos como en todo el mundo. Se trata de una serie de novedades que traerán más de un quebradero de cabeza a las organizaciones sindicales de los Estados nacionales y las supranacionales. Por nuestra parte, de momento sólo nos queda recordar que, si bien algunas viejas herramientas de la acción colectiva están en entredicho, no todo lo que viene de nuevo podría tener una orientación de sentido. Por lo demás, sólo queda esperar que no se cumpla un dicho que acostumbraba a poner en circulación mi padre adoptivo, 
Ceferino Isla, (afamado maestro confitero y exponente de la filosofía post estoica santaferina): "Ni sirvas a quien sirvió, ni pidas a quien pidió". Que, en el caso que nos ocupa, no requiere mayor explicación a creyentes y gentiles.

sábado, 4 de abril de 2009

El Presidente Rodríguez Zapatero ha planteado dos iniciativas de gran calado y extenso recorrido: el cambio de modelo productivo y una ley de sostenibilidad de la economía. Los que profesan el antiguo oficio de pesimistas al por mayor se disponen, con renovado ardor guerrero, a manifestar que es una venta de humo; quienes ejercen el pesimismo al detall abren los ojos como platos y, como el ruiseñor lorquiano, parecen decir “veremos”. En cualquier caso, Zapatero expone un proyecto ambicioso y de gran coraje político.


Los problemas, sin embargo, empiezan cuando –hasta la hora presente— el Presidente del Gobierno no ha planteado en ningún medio unos mínimos contenidos concretos de su audaz (y necesaria) iniciativa. Es más, todavía no ha vinculado el cambio de modelo productivo con la ley de sostenibilidad de la economía. Es decir, no ha hablado de los vínculos y compatibilidades entre lo uno y lo otro. De donde el lector poco avisado podría entender que se trata de dos retos más o menos diferentes.


Y los problemas siguen cuando nadie está informado acerca de qué bases, por mínimas que sean, existen para convertir en acto el potencial deseo de Rodríguez Zapatero. Es decir, qué humus hay para, desde ahí, configurar una serie de disposiciones normativas –aunque sean incipientes— sobre dicha economía sostenible.


Digamos las cosas con una aproximada claridad: la consciencia real del empresariado español no se distingue precisamente por esa labor; las prácticas negociales entre los pacatamente llamados agentes sociales tampoco apuntan a novedades en la materia; y, hasta la presente, nadie desde el mundo de los saberes ha insinuado por dónde abrir la lata. O, lo que es lo mismo, hay que tocar muchas teclas para que las propuestas de Zapatero vayan adquiriendo una mínima fisicidad. Si no se abren –gradualmente, por supuesto— esas latas, los pesimistas al por mayor podrán afirmar, desparpajadamente, que eso eran pollas en vinagre.


Por lo demás, tanto la construcción de un nuevo modelo productivo como su ley “de acompañamiento” (la de la sostenibilidad de la economía) no pueden ser un conjunto de retales dispersos, desconectados los unos de los otros. Y más todavía, de manera articulada es preciso concretar un conjunto de variables que encajen aproximadamente en el polinomio. De momento, tengo para mí que sin una reforma fiscal, orientada en esa dirección, no hay posibilidad alguna de llegar a buen puerto. Y, sin pelos en la lengua: no es posible que la presente negociación colectiva –plagada mayoritariamente de contenidos fordistas— pueda jugar un papel adecuado para el mencionado proyecto.


Pido disculpas si se me va la mano, pero la pregunta que viene me lleva por la calle de la amargura: ¿con qué líderes políticos, empresariales y sociales se pone en marcha tan necesaria iniciativa? La respuesta es clara: con los que hay. Porque no se puede esperar el relevo. Ahora bien, los que existen, están en mayor o menor medida contagiados de toda una serie de prácticas que van en dirección contraria de lo que se ha planteado.

¿Pesimismo al por menor? No, es una manera amable de llamar la atención de las interferencias y, en algunos casos, dificultades existentes. De manera que no hay más remedio que recordar al viejo don José Zorrila: “Haremos … lo que podamos / Escribano, al caer el sol / al Cristo que está en la Vega / tomaréis declaración”.