sábado, 24 de julio de 2010

ASÍ HABLÓ EL MAGISTRADO FALGUERA

Nota Editorial. Publicamos la conferencia que el Magistrado Falguera pronunció en el Colegio de Abogados de Barcelona en el día de ayer. Al final del acto, y tras las ovaciones del público, un miembro de los Servicios de Cleptomanía de Documentos de Parapanda se hizo con el texto.










LA NUEVA REGULACIÓN DEL DESPIDO VISTA DESDE UNA –PERSONAL- PERSPECTIVA JUDICIAL








Miquel Àngel FALGUERA BARÓ Magistrado especialista Tribunal Superior de Justicia de Cataluña










1. ¿Somos los jueces culpables de las disfunciones de nuestro modelo de despido?Probablemente uno de los aspectos más señalados en el rifirrafe mediático que acompañó a la reciente concertación social que ha finalizado sin acuerdo con el famoso R Decreto Ley 10/2010, sea el relativo a nuestro sistema de despido.Se ha dicho con reiteración que “despedir en España es muy caro” y que hay que abaratar su coste. A lo que se suma la crítica a la complejidad y dificultad del trámite y, especialmente, al específico marco legal de regulación de los llamados despidos económicos, técnicos, organizativos y de la producción –conocidos como “despidos económicos”- de los arts. 51 y 52 c) ET y, por tanto, lo difícil que resulta a una empresa en crisis utilizar esos mecanismos extintivos.De hecho, algunas voces más altisonantes han apuntado a los jueces de lo social como los causantes últimos de esas supuestas anomalías, por una interpretación de la Ley que se decanta por una mayor tutela –que se imputa por algún sector como trasnochada- de los trabajadores.










No puedo resistirme, en este marco, traer a colación unas recientes reflexiones de uno de los padres del iuslaboralismo, MIGUEL RODRÍGUEZ-PIÑERO BRAVO-FERRER, que su editorial de Relaciones Laborales número 10 de este año indicaba: “Nuestra doctrina judicial ha sido bastante continuista, no ha inspirado ni ha sido precursora de cambios normativos demandados por la evolución social, ni se ha adelantado o colaborado con los propósitos reformadores; más bien, hasta fecha muy reciente, ha sido reticente a ellos y la judicatura ha rechazado o no ha colaborado con los intentos de flexibilización del legislador, adoptando una óptica garantista, divergente con las líneas de evolución «modernizadora» de la legislación laboral propiciadas a nivel europeo. La denunciada rigidez del régimen español de despido se imputa también a la aplicación judicial de la legislación sobre el mismo, habiéndose acusado a nuestros jueces de crear rigidez e inseguridad y de no valorar adecuadamente los supuestos de despidos razonables o justificados”. Y continuaba luego: “La estadística judicial sobre el despido suministra datos preocupantes. En 2009, de casi un millón de extinciones contractuales, 780.000 fueron consideradas improcedentes, frente a solo algo más de 150.000 procedentes, lo que supondría que la gran mayoría de los despidos responderían a decisiones empresariales contrarias a Derecho, que estarían despidiendo arbitrariamente a su personal”.Son afirmaciones que, por venir de quién vienen, duelen. Entre otras cosas porque esos últimos datos estadísticos omiten un dato significativo: la inmensa mayoría de esos despidos improcedentes habían sido ya así reconocidos por el propio empleador, a través del mecanismo específico del art. 56.2 ET. En concreto, más del cuarenta y cinco por ciento de los beneficiarios de las prestaciones de desempleo en 2009, conforme al avance del ANUARIO DE ESTADÍSTICAS LABORALES, provenían del denomino “despido exprés” –especialmente tras la Ley 45/2002, con el precedente del RDL 5/2002- (a lo que debe añadirse que una cifra superior se debe a la finalización de contratos temporales).








Uno a veces tiene la impresión que en ese debate lo que de verdad se está discutiendo –aunque nadie lo dice- es el control judicial del despido, de tal modo que algunos abogan por su desaparición. De hecho, si bien se mira, el conocido como “Manifiesto de los 100”, que promovía el llamado “contrato único” –tan bien acogido por determinadas instancias-, lo que en realidad escondía era la posibilidad de despedir sin causa, con una indemnización tasada y sin control de la medida. Quizás no está de más recordar que en ningún país europeo el despido (es decir, la extinción unilateral causal por el empleador) carece de control judicial o de sometimiento a mecanismos autocompositivos asimilados o administrativos. Y es ésa además una garantía que recoge el art. 30 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión, en su actual versión y en la interpretación que el art. 35.1 CE ha hecho el TC.¿Somos los jueces culpables de lo caro que despedir y de lo difícil que resulta? Las siguientes líneas tienen como objetivo un análisis de esas imputaciones de onerosidad y complejidad desde la perspectiva de un juez. Y tiene como hilo conductor –y fin último- el análisis del cambio normativo experimentado por la reciente reforma laboral, ahora que la tinta del BOE está aún fresca (con lo que corro el riego, que asumo, de la inmediatez y la falta de reflexión pausada: ya sé que a medio plazo me voy a arrepentir).










lunes, 19 de julio de 2010

LAS LECCIONES DE TITO MÁRQUEZ

Todavía no nos habíamos repuesto de la muerte de nuestro Ángel Rozas cuando voces amigas nos informan de la muerte de Gabriel Márquez Tena, a quien todos le conocíamos con el sobrenombre afectuoso de Tito. Murió en su Barcelona sentidamente adoptiva él que había nacido en Alcolea, a la vera de Córdoba: justamente allí donde Serrano le propinó un descalabro a Novaliches.El apelativo de Tito le viene de cuando estábamos en la cárcel Modelo, en el verano de 1968. Yo hice correr a los compañeros que Gabriel Márquez era mi tío –mi tito en la cariñosa acepción andaluza—y, desde aquellos entonces, pasó de ser el tito a Tito, en mayúsculas. Una persona que quieren todas las generaciones de Comisiones Obreras de Catalunya, porque hizo kilómetros y kilómetros organizando aquel nuevo movimiento de trabajadores. Un hombre que, según Thomas Mann, tiene sobradas trazas para ser “de gran formato”.Nació en un buen año, 1931; murió en un mal día, el 18 de Julio pasado cuando la tarde languidecía y renacían la sombras. Hoy le hemos recordado en el tanatorio junto a su esposa, nuestra querida Georgina, Josep María Rodríguez Rovira, Javier Tébar y Bibiana Bigorra. Y hemos rememorado la importante contribución de nuestro Tito a la lucha antifranquista.Sín él, el periódico Lluita Obrera –el portavoz de Comisiones Obreras de Catalunya-- no hubiera salido en la clandestinidad en las magníficas condiciones tipográficas; Tito buscó el local donde imprimirlo, y Tito lo distribuía semanalmente por todos los rincones y estafetas de los más lejanos y cercanos puntos cardinales de Catalunya.Tito guardaba los dineros de la Coordinadora General de Comisiones Obreras de España en un pequeño zulo que hizo en su casa. Tito nos proporcionaba los locales donde debíamos reunirnos los grupos dirigentes de aquel movimiento sociopolítico. Tito era el gran artesano de la gran y pequeña intendencia para su funcionamiento.Ya en democracia fue el adjunto de todos los secretarios de organización hasta su jubilación. Tras cada reunión de los órganos dirigentes, Tito Márquez comunicaba pormenorizadamente a todas las estructuras territoriales los acuerdos tomados: una comunicación de ida y vuelta, “en caliente”. Le debemos, además, una teoría hecha práctica. Cuando la huelga de junio de 1985, Tito en cierta reunión planteó la necesidad de comprometer a los centros de trabajo con “compromisos previos” de cara a la acción colectiva. “Aivá lo que ha dicho este hombre”, dijimos. Aivá lo que nos dejó dicho para ayer, hoy y mañana. Pues sí, “los compromisos previos”, entendidos como la palabra dada por parte del colectivo de, tras razonas, decide ir a la huelga.Lo dejo para el final: sí, fue Tito quien habló con el maestro Tàpies para que donara un cuadro con la idea de que los tarjetones impresos del mismo sirvieran para recoger fondos de ayuda a la reconstrucción del Vietnam. Cierto, la misma personalidad, Tito, que nunca pensó que las cosas eran fáciles, por eso insistía en la organización, la organización, la organización. Vale. Desde Grecia: "En Rodas, y después de varios días sin poder conectarnos a Internet por caprichos del wi-fi, hemos entrado Carmen y yo en tu blog por tener esa información social puntual y precisa que no se encuentra en los diarios online. Así nos hemos enterado de la muerte de Tito Márquez. Estamos consternados, nos han venido a la mente un montón de recuerdos. Fue el archivo viviente de aquella primera CONC y un hombre incansable en el trabajo y cariñoso en el trato. Da por favor de nuestra parte un fuerte abrazo a Georgina. Y recíbelo tú también de, solidarios en la desolación, Carmen Martorell y Paco Rodríguez"

sábado, 10 de julio de 2010

PILI Y MILI

El Partido socialista francés está en la calle apoyando a los sindicatos: se niegan a la ampliación de la edad legal de jubilación. En España el gobierno plantea una serie de medidas aproximadamente clónicas a las que quiere imponer el presidente Sarkozy. Hasta donde yo me sé parece cierto que: 1) Francia y España están en la Unión Europea, 2) que los socialistas galos y los españoles forman parte del Partido Socialista Europeo.Por lo demás, estamos ante un choque de argumentos: las razones que expone el PSF para “estar en la calle” son muy parecidas a los argumentos de los sindicatos españoles y franceses; las letanías de Zapatero y Sarkozy se parecen tanto entre sí como Pili a Mili. Naturalmente este fuerte contraste entre ambos partidos, francés y español, puede tener mil explicaciones. Pero una cosa es clara: la izquierda europea mayoritaria es un conjunto de retales dispersos que no configuran un vestido como dios manda. Por lo demás, la explicación de que una cosa es estar en la oposición y otra en el gobierno no me parece suficientemente convincente. Habría que rebañar en esos platos para sacar más conclusiones. De momento insinuamos, distorsionando el refrán, “cada uno en su casa y dios en ninguna de ellas”.Por otra parte, que cada partido nacional de la izquierda mayoritaria haga de su capa un sayo es, también, parte de la explicación del deshilachamiento de Europa. Más todavía, así las cosas –esto es, que cada cual haga una cosa distinta (y hasta contradictoria) de la que hace el vecino-- explicaría, también parcialmente-- la dificultad (si no imposibilidad) de construir una salida a la crisis lo menos perjudicial para las capas populares. Por lo tanto, damas y caballeros de la izquierda mayoritaria, menos hablar de las vicisitudes de Europa y pónganse manos a la obra, a la buena obra.

lunes, 5 de julio de 2010

PACTO SOCIAL POR LA INNOVACIÓN TECNOLÓGICA Y EL ESTATUTO DE LOS SABERES

José Luis López Bulla






(Fundación sindical de Estudios, 2004)








Parto de la siguiente consideración: la flexibilidad no es ya un fenómeno contingente, sino estructural y de muy largo recorrido; la flexibilidad no es ya un “método” puntual sino algo que recorre las diversas formas de la producción y los servicios, y, por así decir, atraviesa las actuales formas de vida: en esto tiene un notable parecido con el fordismo. Sigo, la flexibilidad es consecuencia de dos tipos de fenómenos: una, las decisiones subjetivas que pone en marcha quien, de manera unidireccional, está gestionando la flexibilidad, esto es, el dador de trabajo; otra, pero también es el resultado objetivo de la formidable versatilidad de la nueva tecnológica. Decisiones subjetivas y resultado objetivo se interrelacionan y condicionan mutuamente, y hasta la presente están bajo la hegemonía del empresario que, en la actual etapa, está conociendo un importante proceso de relegitimación social y política[i].








Esta hegemonía tiene una característica muy relevante: se ha esforzado (y en parte lo ha conseguido) en hacer ver que lo que es subjetivo aparezca, en esa lógica, como objetivo[ii]. O lo que es lo mismo, ha impregnado por doquier que la falacia de las decisiones subjetivas sean vistas como elementos objetivos de un (necesario) desarrollo objetivamente inevitable de la economía: la precarización es necesaria y objetiva para el desarrollo del empleo; los intentos de eliminación de derechos, normas y reglas son objetivamente una necesidad para, dadas las cortapisas que imponen, la creación de puestos de trabajo y el buen funcionamiento de la economía. Hay que decir, sin el menor asomo de descaro, que en esa transmutación de lo subjetivo en objetivo ha caído un buen cacho de la izquierda, contagiada o no por tales revelaciones. De manera que una parte de la izquierda ha estado distraída en estos asuntos[iii] y otro sector, igualmente significativo, ha corrido como un galgo para darse ‘el abrazo aristocrático’ con sus tradicionales adversarios, algo tan conocido que ya lo denunciaban nuestros viejos conocidos, los fabianos de antañazo.Pero, retomemos el hilo conductor. Digamos, pues, que quien interpreta subjetivamente y pone en marcha este epifenómeno --que es la flexibilidad-- está no sólo imponiendo unos nuevos modelos de organización del trabajo, sino proponiendo, también, nuevas formas de vida de las personas, desde el trabajo hasta los últimos recovecos extralaborales; y que, derruido el fordismo, queda la flexibilidad como ortopedia no coyuntural sino de largo recorrido[iv]. Todo ello en una gigantesca transformación de los aparatos productivos y de servicios que está siendo acompañada por una práctica (subjetiva, hemos dicho) de vasto unilateralismo empresarial. que se caracteriza, entre otras cosas, por: un intento de manumisión de los derechos de ciudadanía social y la congelación del Derecho laboral, de un lado; y, de otra parte, por la desmembración del mercado de trabajo.








La lectura autoritaria de la flexibilidad es, así las cosas, equivalente a precarización y extrema fragilidad de las condiciones de trabajo, empezando por un cambio de metabolismo del contrato de trabajo que poco va teniendo que ver con el que idearon los padres fundantes del iuslaboralismo nacido en Weimar: un asunto que machaconamente nos recuerda el maestro Romagnoli, uno de los grandes patricios del fértil Derecho laboral europeo; un asunto al que no se le presta la debida atención fuera de los profesionales de tan noble disciplina.Afirmo que es posible otra flexibilidad, que es necesaria para un nuevo avance en la humanización del trabajo y en el trabajo[v].








Digamos que esta flexibilidad debe insertarse como hipótesis de nuevas posibilidades en otros sistemas de organización del trabajo. Lógicamente estoy proponiendo que la flexibilidad sea obra del pensamiento y la acción de dos sujetos fuertes: la política de izquierdas y el sindicalismo confederal, cada uno con sus propias prerrogativas y (diversos) puntos de vista. Lo que no parece conveniente es la repetición de la vieja historia de antaño: las izquierdas y la familia sindical atrapadas y cooptadas en la lógica infernal, primero, del taylorismo y, después, del fordismo. Por lo tanto, mi punto de vista es: se necesitan normas, tutelas y garantías que permitan al trabajo asalariado “vivir” la flexibilidad sin miedos y angustias. O, si se prefiere: pasar de la flexibilidad entendida como patología a la que comporta oportunidades y autorrealización personal. Esta es la tesis que expongo de manera tan esquemática como me lo permite el espacio de este artículo. Porque, además, los viejos institutos que han estado en vigor (fruto de la antigua ordenación de las relaciones laborales en Occidente), tales como el contrato de trabajo y los sistemas de organización del trabajo, están cambiando de naturaleza con la irrupción desbocada de la flexibilidad. Aquellos viejos institutos, con sus aparatos jurídicos y garantías de las negociaciones colectivas, están dando paso a un “territorio” sin normas y controles.Una primera conclusión sería: es urgente una reflexión acerca de la discontinuidad histórica que representa la flexibilidad estructural, y son no menos urgentes unas medidas (políticas y sociales) que aborden la lógica tensión entre flexibilidad y seguridad[vi]. Esto podría concretarse en que el sindicalismo y la política compartan diversamente el paradigma de cómo hay que intervenir en el actual estadio que denominaré de innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. Digo ‘diversamente’ porque unos y otros tienen una personalidad diferente como distintos son sus objetivos. Al sindicalismo confederal le correspondería poner en marcha una vasta cultura negocial que entrara a fondo en la cuestión tecnológica en todos los intersticios de su contractualidad; de este modo se comportaría como un sujeto contractual fuerte y poderosamente incluyente, al tiempo que ejerce de sujeto implícitamente legislador, pues sus hechos negociales son fuente de Derecho. La política, desde su no menos acendrada autonomía, estaría cumpliendo su cometido, esto es, procurando utilidades a la sociedad desde sus propias funciones de representación institucional.








He dicho que nos encontramos en una fase de innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios. Que tampoco es ya coyuntural sino esencialmente de largo recorrido. Es en ese estadio donde la alteridad sindical debe situarse, tirando por la ventana los (pocos o muchos) residuos culturales de su personalidad fordista que era propia de antaño. Esto es, si el fordismo industrial está muriendo velozmente, el sindicalismo debe proceder a su propia metamorfosis, también de manera veloz. Porque, en caso contrario, iría perdiendo a marchas forzadas importantes espacios de poder contractual en la cuestión salarial, las condiciones de trabajo y la influencia de todo ello en el régimen de pensiones y protecciones sociales. O lo que es lo mismo: se trata de que el sindicalismo confederal busque, ahora mismito, el vínculo fuerte entre su intervención en el actual paradigma y los sistemas públicos de protección social. Téngase en cuenta que, a la vuelta de la esquina, los poderes públicos volverán a la carga con la reforma de las pensiones, después de los movimientos de franceses y alemanes. Y no es posible una reforma duradera de los sistemas de protección social sin su vinculación con el hecho tecnológico[vii].








Así las cosas, viendo cómodamente los toros desde la barrera, le digo a mis cofrades sindicalistas: es preciso entrar de lleno en un Pacto social (de largo recorrido) por la innovación tecnológica. Con sus propios contenidos específicos, ya no fordistas, y sus correspondientes espacios contractuales, tampoco fordistas; también con sujetos negociales, esto es, el sindicato dentro y fuera de la empresa como agente principal de dicha contractualidad. Creo que éste es el gran desafío que rehuye la contraparte por dos razones: una, porque quiere gobernar discrecionalmente los procesos de cambio; otra, porque cree que su vasto unilateralismo empresarial le facilitará cómodamente una nueva acumulación de capital, gobernada sin nuevos y simétricos derechos sociales propios de la innovación tecnológica.








A la familia sindical le corresponde, pues, reinterpretarse y, a calzón quitado, “leer” sin complejos los contenidos de su literatura real, que son las plataformas y el resultado final de las mismas[viii]. Con esa actitud valiente podría preguntarse de manera desinhibida: ¿qué ataques a los derechos sociales vienen de la mano del empresario y qué ausencia de derechos no soy capaz de generar yo mismo con mis propias fuerzas? Lo que podría comportar la elaboración de un cuaderno reivindicativo que se corresponda con la fase de innovación-reestructuración. Y, puestos a hacerse preguntas no menos desinhibidas, la familia sindical podría caer en la cuenta de esto: ¿qué aspectos de ejercer el conflicto me interfiere la innovación tecnológica y de qué manera utilizo las potencialidades de conflicto que me depara dicha innovación?.








Me disculpo si soy excesivamente machacón, pero a efectos de lo que viene a continuación, tengo que seguir recordando que estamos en la fase de innovación-reestructuración, cuya ortopedia no coyuntural es la flexibilidad. Pues bien, hoy nos encontramos con un profundo desfase entra la velocidad y la hondura de las transformaciones tecnológicas y los saberes del conjunto asalariado y con una visible asimetría entre tales mutaciones y los saberes de la familia sindical. Una y otra se traduce en las siguientes anomalías: a) a la persona que trabaja se le exije que sepa hacer, que esté en condiciones de intervenir a todo meter ante cualquier contingencia, pero no se le da la necesaria y suficiente formación (e información) concretas para hacer aquello que se le demanda; y b) la familia sindical se autoexije el correspondiente general intellect, toda una obsesión del famoso barbudo de Tréveris, para ejercer su propia alteridad. Vale la pena, pues, preguntarse ¿de qué manera, en la fase actual, el conjunto asalariado está en condiciones de tener acceso al universo de los saberes como derecho fundamental de ciudadanía social? ¿y de qué modo la familia sindical pone en marcha, también con una legislación de apoyo, un nuevo compendio iuslaboralista de reapropiación de los saberes?.También en este orden de cosas, el sindicalismo confederal y la política pueden compartir diversamente la configuración de un Estatuto de los Saberes[ix]. El primero, estimulándose para introducir en la gramática de los convenios colectivos (y de toda la panoplia contractual) el acceso a los conocimientos; la segunda, traduciendo toda esa fuente de Derecho en dicho Estatuto con ringorrango de ley. O sea, una estrategia global de redistribución del acceso a los saberes y a la información, democratizando la revolución digital y tecnológica. Lo que tiene su máxima importancia en estos tiempos que necesitan que el sindicalismo (y la política) valoren el capital cognitivo en todas sus intervenciones; una batalla a la que, lógicamente, hay que implicar a los poderes públicos. Y comoquiera que no hay batalla sin su correspondiente grito mediático, propongo el siguiente: Más saberes para todos. Doctores tiene la Iglesia para elaborar dicho Estatuto. No quiero rehuir la responsabilidad de indiciar algunos, todavía insuficientes, apuntes. A grandes rasgos podrían ser: a) la formación a lo largo de todo el arco de la vida laboral, b) enseñanza digital obligatoria y gratuita, c) acceso gratuito a un elenco de saberes por determinar, d) años sabáticos en unas condiciones que deberán ser claramente estipuladas...








La pregunta que me hago, en relación a lo anteriormente expuesto, es: ¿los comités de empresa están en condiciones de abordar tan importantes materias? Mi respuesta abrupta es negativa, de ninguna de las maneras. Por una razón de peso: la fase de innovación-reestructuración es global, mientras que el comité de empresa es autárquico; la economía es interdependiente y el comité es un sujeto no comunicado con “el exterior”[x]. Se trata de argumentos que, chispa más o menos, se encuentran en las cabezas de la familia sindical, pero que por las razones que sea, no se atreve, así las cosas, a organizar el tránsito para que (gradualmente y bien gestionado) se haga el traspaso de poderes y competencias del comité hacia el sindicalismo confederal[xi]. Tengo la fuerte sospecha que, en la medida que se siga manteniendo el llamado “modelo dual de representación” (con la vigencia de los comités de empresa), será muy difícil que el movimiento organizado de los trabajadores dé la talla en esta fase de innovación-reestructuración[xii]. He dicho anteriormente que tengo la certeza de que el comité no puede abordar, por sus características, los grandes cambios de civilización (algunos de ellos, los más importantes, son de neta ruptura con lo anterior), pero queda en el aire la pregunta de si la familia sindical estará en condiciones de hacerlo. Contesto: sí, en hipótesis. Y ya se sabe que una cosa es la certeza y otra es la hipótesis.Ahora bien, el traslado de las competencias que tiene el comité a la sección sindical de empresa (sujeto que ya tendría in toto el poder contractual en el centro de trabajo) debería comportar algunas variaciones en la forma de ser sindicato. Que serían éstas: 1) estructurar la representación social en función de la morfología de la organización del trabajo, 2) el diseño de una sóla unidad de negociación frente a la contraparte, 3) fijando el itinerario de los hechos participativos con unas normas adecuadas que establezcan quorums para todo tipo de decisiones.








En resumidas cuentas, no se trata de trasladar los poderes de una casa a otra, dejando que el sindicalismo siga igual que hasta ahora. Lo que no empece que algunas de estas consideraciones puedan ser puestas en marcha ahora mismo con el objetivo de poner a la familia sindical, como dijo el clásico, en vías de llegar a ser. Por ejemplo, ¿es algo descabellado que la familia sindical confederal diga explícitamente en su mayor disposición ‘constitucional’, esto es, en los Estatutos, que la soberanía sindical reside en los afiliados y no en los órganos de representación? Estaríamos ante una nueva inmanencia del sindicalismo confederal, ante una cesura extraordinariamente positiva que provocaría dentera en quien no la pusiera en marcha. Lo que propongo para sugerir una emulación positiva entre las grandes componentes de la familia sindical[xiii]. Ahora bien, si nos fijamos atentamente en esta propuesta de la “soberanía sindical”, caeremos en la cuenta que en la forma se trata de una analogía jurídica con lo que establecen las Cartas Magnas de los países democráticas. Es decir, no se trata de ninguna concepción extremista, ni siquiera de matiz consejista[xiv]. Si no fuera porque en nuestro país la expresión ‘reformismo’ tiene unas históricas resonancias, diría que lo expuesto es reformismo. Y también en el fondo. Porque la soberanía sindical significa una adecuación a la forma del trabajo tendencialmente en redes, a un incremento visible del saber general del conjunto asalariado, a una mejor relación con la propuesta del Estatuto de los Saberes, a un buen vínculo con las demandas de participación (unas veces afloradas y otras en estado de latencia) de las personas. Es decir, a la plena asunción de los (mejores) valores republicanos en el interior de la familia sindical confederal.








[i] Me parece del mayor interés la lectura para muchos y la relectura para otros, del libro de Antonio Baylos, Derecho del trabajo, modelo para armar, Trotta Madrid. Se trata de un libro de gran importancia (posiblemente el más relevante del maestro Baylos) que trasciende los campos del iuslaboralismo.








[ii] Existe un antecedente significativo: las teorías de Taylor. El ingeniero americano afirmaba que su diseño de organización del trabajo era científico. De donde se desprendía que un método completamente subjetivo era elevado a la categoría de inmanencia objetiva.






[iii] Distraída es una manera elegante de hablar que, con frecuencia, utiliza el amigo Sergio Cofferati. Se trata de una distracción que ha comportado que la izquierda haya desdeñado la valoración social del trabajo: toda una paradoja pues, con permiso del dicharachero de Jeremy Rifkin, el empleo se ha incrementado en el mundo, incluso el industrial; otra cosa bien distinta es que el empleo industrial ha perdido la hegemonía social y la influencia que detentó a lo largo del siglo XX.








[iv] “Derruido el fordismo...”, me refiero al de matriz industrial. Sin embargo, nótese que una de las características de aquel sistema, el monumentalismo, está reapareciendo en algunos segmentos del sector de los servicios de hostelería y de algunas megasuperficies comerciales. Pero esto sólo lo dejamos apuntado a la espera de una nueva hospitalidad de la revista.








[v] Para no estar repetidamente insistiendo en definiciones, propongo las siguientes aclaraciones: debe entenderse como flexibilización las concepciones y prácticas que comporten el ejercicio autoritario del poder empresarial; y denomino flexibilidad el método que conlleva la (buena) intervención también de la representación social. Soy consciente de la enorme limitación expositiva de lo que digo, pero me vale solamente a efectos de lo que se plantea en esta reflexión. Así es que nadie me interpele diciendo ¿qué pasa cuando la intervención sindical es un fiasco o son unos zoquetes? La respuesta es clara, se trata de una flexibilización consentida por una u otra razón. Pero no voy por ahí.








[vi] José Luis López Bulla y Carles Navales en Este verano sangriento, El País-Cataluña , 6 de setiembre de 2002








[vii] Ver Manuel Castells y Pekka Imanen en El Estado de bienestar y la sociedad de la información en la colección La sociedad en red, Alianza Editorial, Madrid 2002[








viii] Vid. Informe sobre la negociación colectiva, Miquel Falguera i Baró[ix] Vid José Luis López Bulla en La cuestión tecnológica, El País-Cataluña, 25 de abril 2003.[x] José Luis López Bulla y Carles Navales Turnos en Los sindicatos otra vez a la greña en El País-Cataluña, 3 de abril de 2003.








[xi] Esta es una tesis que avancé en mi intervención en el Quinto Congreso Confederal de CC.OO en nombre de la CONC. Permítaseme un desahogo personal: el planteamiento fue aclamado con fuertes aplausos, como podrá comprobar quien revise las cintas de la grabación. Pero no fue por los anteriores argumentos, sino porque afirmé (lo que también es verdad, pero consecuencia de lo primero) que el comité es un freno para el incremento afiliativo del sindicato.








[xii] A mayor abundamiento de estos argumentos, véase Revista del Derecho Social número 21: Correspondencia entre Antonio Baylos y José Luis López Bulla sobre El modelo de representación social.








[xiii] José Luis López Bulla. Vid. Actas del Seminario XXV Aniversario de la Constitución Española: el sindicalismo de CC.OO. en la Universidad Castilla-La Mancha (Ciudad Real, 15 de Mayo de 2003) dirigido por Antonio Baylos.








[xiv] Todavía está por escribir la evolución de la democraticidad en el interior del sindicalismo, esto es, la evolución de cómo el sujeto social contempla en la práctica la participación de sus afiliados y estructuras, también la del conjunto de los trabajadores.








[xv] Vid José Luis López Bulla en La cuestión tecnológica, El País-Cataluña, 25 de abril 2003.