jueves, 21 de febrero de 2008

Nokua: productividad horaria y productividad absoluta

La Nokia decidió hace pocas semanas deslocalizar la producción que hacía en Alemania a Rumanía, aunque la productividad alemana es casi cinco veces mayor que la rumana: unos cincuenta dólares por hora frente a los doce rumanos. ¿Contradicciones, paradojas?

Al pan pan y al vino vino: el objetivo del capital no es la productividad en sí, es el aumento del beneficio. ¿Que esto es cinco duros de ideología? Anda ya... De hecho la productividad no es otra cosa que el valor monetario producido a la hora por trabajador, eso sí, disfrazado de algoritmos para no infundir sospechas. Sin embargo, el beneficio –la diferencia entre todos los coste de producción, incluido el salario de los trabajadores— es lo que realmente cuenta. Primera conclusión: la Nokia traslada la producción porque en Rumanía tendrán unos beneficios más altos, ya que en este país los salarios son 4 euros frente a los 28 alemanes. Así compensa la menor productividad horaria. Segunda conclusión: a la empresa lo que le importa verdaderamente no es la productividad horaria del trabajador sino la relación entre el salario y el valor del trabajo globalmente considerado.

Ahora bien, parafraseando al Barbudo de Tréveris, existen dos tipos de productividad: la horaria y la absoluta. La productividad absoluta se deriva de la amplitud de la jornada laboral real; la productividad horaria depende de dos factores: los ritmos y la fuerza productiva del trabajo. El incremento de la productividad absoluta es más fácil de conseguir; la otra exige elevadas inversiones en investigación y desarrollo, que se traducen en procesos laborales más eficientes y también en mejores productos más innovados. Esta exigencia de mayores inversiones es lo que, de manera no irrelevante, explica la preferencia casi general del empresariado en optar por la primera productividad. Naturalmente, comoquiera que está mal visto mantener la rudeza berroqueña de optar por los bajos salarios, el empresariado utiliza la sintaxis líquida: modernización, inversiónes y todos los blablablaes habidos y por haber.

Y algo más, los empresarios berroqueños cuando oyen hablar del Barbudo de Tréveris afirman: ideología, caca de la vaca. Y sus intelectuales líquidamente berroqueños dirían: Marx es una antigualla. Bien, esa es su tarea. Pero ¿cuál es la tarea de la izquierda? Pregunta retórica, desde luego.