Un relevante número
de científicos de probada reputación académica –Stiglitz, Krugman, Castells y
otros-- llevan un cierto tiempo avisando de la posibilidad de que el euro se
vaya a freir espárragos. Sería insensato echar en saco roto estas advertencias,
téngase en cuenta que dichas personas ni tienen mando en plaza ni intereses
políticos partidarios. Por otra parte, tan representativo plantel hace algo más
que avisar de la posibilidad de la desaparición del euro: expresan su
desacuerdo más rotundo con el tipo de decisiones económicas de las autoridades
europeas y sus vicarios nacionales.
Un
servidor, desde el observatorio privilegiado de Parapanda, no descarta que la
euromoneda oiga el gori-gori del toque de difuntos. Pero tengo para mí que es
posible que se esté organizando otro tipo de operación de largo recorrido, a
saber, la construcción de algo así como un Sacro Imperio Romano Germánico,
perdón Franco Germánico manteniendo el euro. Otra cosa es que se les escape el
control del euro y asistamos al funeral de esta moneda. Así pues, mi hipótesis
va por esa vereda: la construcción de ese Sacro Imperio Franco Germánico con la
coronación de Merkozí I, designado por los electores del Palatinado y cuatro
más.
De
hecho así parecen avalarlo la impresionante cesión de soberanía que se ha
efectuado hasta la fecha y las que se preparan a corto y medio plazo. En la
cúspide los dos grandes y abajo los diversos protectorados.
Imposición del café con leche para todos en materias de fiscalidad, estabilidad
y apretarse el cinturón y quiebra de los mecanismos de solidaridad y
transferencias. Esta, a mi juicio –naturalmente chusquero y, por lo tanto,
menos recomendable que los de Stiglitz, Krugman y Castells-- la gran operación
en curso.
El
Sacro Imperio Franco Germánico no quiere esta Europa porque, a su entender, los
estados nacionales les parecen un conjunto de behetrías y merinazgos donde cada
cual va a la suya. Lo que necesita Merkozí I es un espacio subalterno a sus
decisiones para encarar los problemas de la globalización y los achuchones de
los países emergentes, especialmente el de China. Así pues, tampoco se trata de la Europa de dos
velocidades, sino un conjunto de retales poco avenidos entre sí y todos
ellos dependientes del Emperador. Lo diré sin perifollos: puede que el euro no
esté en peligro, pero sí lo está Europa.