lunes, 24 de diciembre de 2012

EL DESPARPAJO DE MONTI


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Monti se ofrece a seguir gobernando.  Pero sin pasar por las urnas. Voces autorizadas de aquel país me aseguran que el Partito democratico no acepta la propuesta de Monti. Debo decir que me han quitado un peso de encima. Grosso modo, la cosa que propone el ya dimitido Monti es: se hacen las elecciones a las que yo no me presento; se forma un gobierno de aquellos partidos que desean que yo sea el presidente del Consejo de Ministros y que compartan la agenda de reformas que he puesto en marcha y la continuidad de las mismas. Me pregunto, así las cosas, ¿qué sentido tendría convocar al pueblo italiano a unas elecciones? Ni siquiera tendría una presentabilidad estética. Se trataría de un extraño comistrajo entre política y tecnocracia: la política pone algunas formas imprescindibles (las elecciones) y la tecnocracia gobierna. Pero, oído cocina: esas formas imprescindibles no afectan a quien dirigirá los el país. Lo que, en esa operación, se traduciría en que de la técnica (con sus virtudes cardinales y teologales) saldría el líder taumatúrgico. Otro golpe a la autonomía de la política.  Y otro paso más a demediar la democracia. Posiblemente esta operación de Monti será vista con (algo más que) simpatía por las cancillerías europeas que no ven con agrado la posibilidad de que el moderado Pierluigi Bersani (candidato del centro-izquierda) pueda ganar las elecciones. De manera que pondrán en marcha toda una serie de mecanismos crematísticos para que Bersani obtenga el peor resultado posible. No se olvide, la mano derecha de Merkel es alargada. En resumidas cuentas, hay muchos intereses para que Italia no se normalice políticamente.