Una parte no
irrelevante de la política española está alcanzando unas cotas tan
esperpénticas que recuerdan la
Corte de
los Milagros de inolvidable memoria valleinclanesca. El hilo conductor de todo
ello es el siniestro tráfico de influencias que ya no se ejerce de manera
clandestina sino a la luz pública especulando –dado el alto copete de los
tejemanejes-- con la más absoluta impunidad. Mejor dicho, ni se piensa en
la impunidad; eso es algo que ni se plantea.
En ese retablo
vuelven a aparecer los aledaños de la
Corona con
la figura central de ese Urdangarín dando sablazos a troche y moche con dineros
que circulan por los canales opacos de las transferencias de capitales a los
paraísos fiscales. Y en el elenco de ese guiñol milagrero, para no ser menos,
está la figura de Jordi Pujol Ferrusola (lo de su hermano Oriol es más
´institucional´) llevándose a Andorra bolsas de dinero --¿de dónde sacó el
parné?— cual Julián Muñoz, ayudados el Pujol y el Muñoz por sus respectivas mujeres.
Nótese que ya no se guardan las formas tradicionales de llevar la pasta en un
maletín de ejecutivo sino en la plebeya bolsa de plástico, tal vez de El Corte
Inglés. ¿Qué más da?: ya nos dijo Vespasiano que «pecunia non olet» [el
dinero no huele]
Y para rematar
el guión ahí está ese libreto con la chusca escena de detectives grabando
conversaciones entre la ubícua Sánchez Camacho y la novia del Pujol Junior,
aprovechando el descuido de éste (como antes lo hizo el Muñoz) al no tener en cuenta el
mandato canónico de «donde tengas la olla no pongas la polla». Cosa que,
de manera incomprensible, también despreció parcialmente el yerno del Rey.
Lo dicho, una
vuelta a los tiempos de la
Corte de
los Milagros. Hasta en el mismo Congreso de los diputados se retoma el lenguaje
castizo: «Desalójenlos, coño», brama el presidente contra Ada Colau y sus compañeros; «Que se jodan», clamó la diputada
Fabra en memorable sesión. Lo que, sin duda, podrá ser interpretado así:
ya que la calle se aleja de las instituciones, acerquemos éstas a la tasca.
Acabo este ejercicio
de redacción con una anécdota que ha contado recientemente Rosa Gil, la gran dama del restaurante
barcelonés Casa
Leopoldo: «Hace años me llamó Urdangarín para reservar mesa. Vinieron
el Rey y su mujer, Urdangarín con sus padres y Cristina y no sé cuántos más. Al
final, Cristina dice: ´papá, paga tú que para eso eres el rey´. Su Majestad
saca la visa, la pone encima de la mesa y afirma: ´Vale, pagaré con esta
tarjeta que me ha regalado la
Caixa ´»
España, España
cañí. La
Corte de
los Milagros. Falta, empero, Sor Patrocinio.