domingo, 24 de julio de 2011

BRUNO TRENTIN, NUESTRO AMIGO

por Riccardo Terzi

Hace menos de dos años estuve con Bruno Trentin en Barcelona. Se presentaba una antología de sus escritos en lengua catalana con un ensayo lúcido y apasionado de José Luis López Bulla, un antiguo dirigente de Comisiones Obreras. Es el último recuerdo que tengo de Trentin; el episodio me parece indicativo porque pude comprobar directamente el prestigio y la consideración que él tenía en el plano internacional, siendo un punto de referencia muy importante no sólo para el movimiento sindical sino para toda la cultura de la izquierda europea (1).

Quizás no nos hayamos dado suficiente cuenta, atrapados en nuestras pequeñas disputas provincianas, del gran patrimonio que ha representado en la historia del sindicalismo italiano –de la Cgil en primer lugar— y de la extraordinaria influencia que dicha historia ha tenido en la arena internacional. Esta fuerza de atracción viene del hecho que el sindicalismo italiano se ha desarrollado en una dimensión no corporativa, con una potente ambición política y de proyecto, sabiendo generar –en esa perspectiva— un grupo dirigente, único en el panorama mundial, por sus excepcionales cualidades intelectuales y culturales. Con este perfil, Trentin es la figura más emblemática porque en él se funden, en una relación muy convincente, la calidad del intelectual y la del dirigente sindical, del hombre de pensamiento y del hombre de acción. Una síntesis que ya no es frecuente y que está convirtiéndose en una rara mercancía en este mundo poblado de teóricos abstractos y pragmáticos sin pensamiento, para los que pensar y actuar son dos facultades que tienen una relación de oposición. Sin embargo, esta ruptura es el drama de nuestro tiempo: por un lado, un saber que sólo es académico; por otra parte, el cinismo de un poder como fin en si mismo.

Trentin no se resignó a esta separación sino que siempre intentó, con un tenaz puntillismo, poner en comunicación estos dos mundos –el hacer y el pensar— impidiendo la escisión que produce, al mismo tiempo, la esterilidad del pensamiento y la irrelevancia de la acción. Pero este trabajo de unificación, incluso por la fuerza material de los procesos reales que empujan en otra dirección, es extremadamente fatigoso, contradictorio y debe reemprenderse constantemente, uniendo los trozos de una realidad cada vez más disgregada.

Recuerdo que Trentin denunció muchas veces, en la misma praxis sindical de la Cgil, una desviación entre el decir y el hacer, entre las posiciones de principio declaradas y la gestión concreta de las políticas contractuales, que acababa con frecuencia por guiarse sólo por las conveniencias de algunos segmentos del mundo del trabajo o por un cálculo contingente de las relaciones de fuerza. Pienso, por ejemplo, en los convenios que fijan una doble escala contractual más ventajosa para los trabajadores con más antigüedad y menos favorable para los futuros, rompiéndose la solidaridad de clase y donde sólo existe la defensa corporativa de los intereses más protegidos y tutelados. (Y continúa en
http://theparapanda.blogspot.com/2007/10/bruno-trentin-visto-por-riccardo-terzi.html



Roma, 8 de Octubre de 2010