Leo en un `suelto´ que nos proporcionó ayer el Boletín diario de Comfia:
Cada vez más, las entidades financieras buscan a matemáticos, ingenieros e incluso, licenciados en Física para ocupar puestos en los servicios centrales. En Banc Sabadell, por ejemplo, llevan varios años incorporando licenciados en carreras eminentemente técnicas como la de Ciencias Exactas. La entidad tiene en nómina a varios matemáticos en las áreas de gestión de activos, tesorería, riesgos o dirección financiera. "Hace unos años se contrataba esencialmente a economistas para estos puestos. Ahora se apuesta por esos perfiles porque cada vez se tecnifica más el banco", asegura el director general de organización y recursos de Banc Sabadell. Juan-Cruz Alcalde.La clave de este nuevo tipo de contratación es que se han creado o potenciado áreas como las de control de riesgo y de gestión. En esos departamentos se elaboran, por ejemplo, modelos matemáticos muy complejos para decidir si se concede o no un préstamo a un cliente o para configurar las carteras de inversión. En la página web de Caixa Tarragona hay varios anuncios de búsqueda de empleo. En el de técnico de control de riesgo se ofrece trabajo a licenciados en Ciencias Exactas (matemáticas) además de otras carreras.
La primera consideración es que, con un indudable retraso, se ha iniciado esta operación que, por ejemplo, en los Estados Unidos lleva unas cuantas décadas funcionando. Aunque todavía, la empresa española no cuenta, como es el caso de los Estados Unidos, con filósofos, sociólogos, lingüistas en sus diversos departamentos de personal e investigación. La segunda cuestión a poner encima del tapete es: la noticia nos indica hasta qué punto la empresa innovada está llevando a cabo, también desde hace algunas décadas, un intento de reapropiación de la ciencia y la técnica con un carácter interdisciplinar. Y, en tercer lugar, la todavía enorme distancia entre estas empresas innovadas y el conjunto del tejido productivo, todavía basado en los conocimientos (de `sentido común´) que proporciona el día a día: unos conocimientos que ya no son suficientemente capaces de dar respuestas a los grandes desafíos de esta fase de innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de las formas de organización y gestión. En resumidas cuentas, se trata de modelos que deben su eficacia a un concurso interdisciplinar de los saberes, a un empleo de los recursos y a una utilización de las tecnologías, puestos al servicio de una potente movilización de apoyo a la reestructuración del capital productivo y financiero. Aquí se trata de una implicación de la ciencia con la empresa que es muy superior a la que se dio en el sistema taylorista que, por lo general, se limitó a la práctica de las ciencias aplicadas de la ingeniería. Ustedes dispensen por la reiteración machacona: el modelo que se comenta está apoyado en la gran mayoría de disciplinas (abstractas y aplicadas) científicas y sociales. Como es natural, dos son los objetivos centrales, estrechamente vinculados: 1) la constante acumulación de capital, y 2) la consecución de la mayor tasa de beneficios. Uno y otro, no sólo orientados a la plusvalía absoluta sino –en estos nuevos tiempos— preferentemente a la plusvalía relativa. Y algo más sobre el que no se presta toda la atención debida: el casi monopolio de los altos saberes en manos de la empresa, reduce sensiblemente la capacidad de la acción colectiva del sindicalismo. Porque el conflicto social es, sobre todo, una disputa de saberes. Y tal como van las cosas, una disputa de altos saberes. De manera que parece conveniente una redefinición de qué se entiende –y hasta dónde alcanza— lo que genéricamente podríamos entender como el conocimiento, los saberes, del sindicalista. Y, por extensión, en el conjunto del sindicalismo.
Por lo demás (se trata sólo de una brevísima excursión en otro aspecto colateral), tales reflexiones no sólo serían útiles al sindicalismo, también la izquierda política podría aplicarse al cuento. Le es útil, pienso, a la izquierda que se autocalifica como `alternativa´ y, de igual manera, a la izquierda que se proclama reformista.
Cada vez más, las entidades financieras buscan a matemáticos, ingenieros e incluso, licenciados en Física para ocupar puestos en los servicios centrales. En Banc Sabadell, por ejemplo, llevan varios años incorporando licenciados en carreras eminentemente técnicas como la de Ciencias Exactas. La entidad tiene en nómina a varios matemáticos en las áreas de gestión de activos, tesorería, riesgos o dirección financiera. "Hace unos años se contrataba esencialmente a economistas para estos puestos. Ahora se apuesta por esos perfiles porque cada vez se tecnifica más el banco", asegura el director general de organización y recursos de Banc Sabadell. Juan-Cruz Alcalde.La clave de este nuevo tipo de contratación es que se han creado o potenciado áreas como las de control de riesgo y de gestión. En esos departamentos se elaboran, por ejemplo, modelos matemáticos muy complejos para decidir si se concede o no un préstamo a un cliente o para configurar las carteras de inversión. En la página web de Caixa Tarragona hay varios anuncios de búsqueda de empleo. En el de técnico de control de riesgo se ofrece trabajo a licenciados en Ciencias Exactas (matemáticas) además de otras carreras.
La primera consideración es que, con un indudable retraso, se ha iniciado esta operación que, por ejemplo, en los Estados Unidos lleva unas cuantas décadas funcionando. Aunque todavía, la empresa española no cuenta, como es el caso de los Estados Unidos, con filósofos, sociólogos, lingüistas en sus diversos departamentos de personal e investigación. La segunda cuestión a poner encima del tapete es: la noticia nos indica hasta qué punto la empresa innovada está llevando a cabo, también desde hace algunas décadas, un intento de reapropiación de la ciencia y la técnica con un carácter interdisciplinar. Y, en tercer lugar, la todavía enorme distancia entre estas empresas innovadas y el conjunto del tejido productivo, todavía basado en los conocimientos (de `sentido común´) que proporciona el día a día: unos conocimientos que ya no son suficientemente capaces de dar respuestas a los grandes desafíos de esta fase de innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de las formas de organización y gestión. En resumidas cuentas, se trata de modelos que deben su eficacia a un concurso interdisciplinar de los saberes, a un empleo de los recursos y a una utilización de las tecnologías, puestos al servicio de una potente movilización de apoyo a la reestructuración del capital productivo y financiero. Aquí se trata de una implicación de la ciencia con la empresa que es muy superior a la que se dio en el sistema taylorista que, por lo general, se limitó a la práctica de las ciencias aplicadas de la ingeniería. Ustedes dispensen por la reiteración machacona: el modelo que se comenta está apoyado en la gran mayoría de disciplinas (abstractas y aplicadas) científicas y sociales. Como es natural, dos son los objetivos centrales, estrechamente vinculados: 1) la constante acumulación de capital, y 2) la consecución de la mayor tasa de beneficios. Uno y otro, no sólo orientados a la plusvalía absoluta sino –en estos nuevos tiempos— preferentemente a la plusvalía relativa. Y algo más sobre el que no se presta toda la atención debida: el casi monopolio de los altos saberes en manos de la empresa, reduce sensiblemente la capacidad de la acción colectiva del sindicalismo. Porque el conflicto social es, sobre todo, una disputa de saberes. Y tal como van las cosas, una disputa de altos saberes. De manera que parece conveniente una redefinición de qué se entiende –y hasta dónde alcanza— lo que genéricamente podríamos entender como el conocimiento, los saberes, del sindicalista. Y, por extensión, en el conjunto del sindicalismo.
Por lo demás (se trata sólo de una brevísima excursión en otro aspecto colateral), tales reflexiones no sólo serían útiles al sindicalismo, también la izquierda política podría aplicarse al cuento. Le es útil, pienso, a la izquierda que se autocalifica como `alternativa´ y, de igual manera, a la izquierda que se proclama reformista.