miércoles, 21 de febrero de 2007

EL REFERENDUM ANDALUZ



Se disfrace como se quiera, el resultado del referéndum andaluz ha sido un desastre sin paliativos. Sólo una estúpida magia verbal es capaz de –dicho lorquianamente-- disfrazarlo de noviembre para no infundir sospechas. Por ejemplo, el Consejero Zarrías, tras conocer el resultado y en comparecencia oficial, manifestó que “los andaluces han votado infinitamente a favor del sí”. No es que el mencionado consejero ignore el valor de “infinito” sino que probablemente utiliza una metáfora poética invadiendo el espacio de los poetas, poetas andaluces de ahora. O, tal vez, a Zarrías se le subió el porcentaje a la cabeza... Y, tras la infinita ocurrencia, el discurso es, obviamente, que la voz de los andaluces ha dado legitimidad al nuevo Estatuto. Son especulaciones las que se orientan a este tipo de razonamientos: si el PP hubiera estado por el voto negativo, la gente se hubiera tirado a la calle a votar u otras similares. Por la sencilla razón, en pura lógica, que esto no se ha dado. Lo que no quita que, séame permitida esta hipótesis, el PP iba con pocos arrestos, más bien con ninguno, a esta consulta. Lo que me lleva a considerar, de manera provisional, que –dado que los Apostólicos tenían ese comportamiento-- los andaluces (quiero decir los dirigentes políticos favorables inequívocamente del voto positivo) deberían haberse tirado a llenar las urnas. He hablado con mi cofrade Rafael Rodríguez Alconchel, un santaferino de reconocida sabiduría, y me dice: “que apenas si ha habido campaña, que casi no se ha tenido información...” Lo que, probablemente, ha influido. Pero, ¿eso explica el vasto nivel de abstención? Intuyo que no. Pienso que la panocha de las explicaciones no está suficientemente desgranada. Lo fastidioso del asunto es que se corre el riesgo de seguir sin explicaciones aproximadamente convincentes. El infinito voto afirmativo, de un lado, y las ventajas del abstencionismo, por otra parte, se encargarán de ello. La cosa irá por donde el refitolero de don Jacinto Benavente hacía exclamar al personaje Crispín al final de la obra “Los intereses creados”: ¿habrá suficiente tierra para tapar este asunto? El infinito voto afirmativo, por decirlo à la Zarrías, hará que se coaliguen muchas versiones para taponar el desastre sin paliativos, aunque ya los aullidos de los Apostólicos se han lanzado al corral, de manera obscena, echándole la culpa a Chaves y Zapatero. Y, de igual modo, las ventajas de la abstención también contribuirán a ir por la senda de lo que decía Crispín. ¿Ventajas de la abstención? Cierto, porque en la mayoría de las concepciones de la política instalada la participación es un fastidio pues se orienta a deliberar, como primer paso para controlar. Lo mejor es consolidar la democracia “de los expertos”, siguiendo las orientaciones del ingeniero norteamericano don Federico Taylor cuando afirmó: “si la organización del trabajo es científica, ¿qué pintan los trabajadores y los sindicatos?”. Sospecho que no habrá deliberación alguna para conocer las pistas que llevan a tan caballunas abstenciones como estamos viendo. Y tengo para mí que los dirigentes de la política instalada no comenten error alguno: cuando un pretendido error se repite ene veces no es tal, sino una opción tomada sabiendo su por qué. O, lo que es lo mismo: si nadie quiere meterle mano al conocimiento de las causas que provocan los altísimos niveles de abstención es porque nadie está interesado en sanar esa patología. Tres cuartos de lo mismo podemos decir por aquí: después de las últimas elecciones autonómicas y tras el resultado del referéndum del Estatut d’Autonomia, la mayoría de las formaciones políticas catalanas se empeñaron –eso dijeron mirando al tendío de sol-- en conocer las causas de la galbana electoral. ¿Sabe alguien si en alguna covachuela se está en ello? Por último: una voz conocida, relativizando las cosas de la abstención andaluza, me dice que no hay para tanto; que los suizos votan cada dos por tres en sus referendums con unos niveles de participación que no llegan a la suela de los zapatos. Vale, si el suizo es nuestro modelo, lo primero que se debe exigir es que, por lo menos, también afecte a la puntualidad: Mister Renfe debería copiar la cansina, aburrida, monónotona e injustificable puntualidad de los suizos que también es infinita.Post scriptum. De la misma manera que alguien acuñó el término “governance” (gobernanza), se propone la incorporación de la voz “participanza”. O sea, participanza es aquella participación de la gente que no llega al umbral de lo medianamente razonable.