1.-- Me dicen algunos que siempre he tenido
la querencia a mitificar “eso de la participación”. Tal vez sea verdad porque
no es la primera vez que me lo echan en cara. De manera que no tengo más
remedio que insistir sobre el asunto, y nuevamente volver a la carga. En todo
caso, vale la pena matizar a estas voces amigas, conocidas y saludadas. Por lo
general yo apenas he hablado de ‘la participación’, pues es algo que considero
abstracto. Un servidor acostumbra a usar la expresión ‘hechos participativos’,
pues en ellos donde la participación adquiere fisicidad. Más todavía, afirmo y recuerdo que
siempre hablé de hechos participativos adecuadamente informados y
suficientemente normados. Porque la participación anómica o es un paripé o,
peor aún, una sonora tomadura de pelo: instrumental, por supuesto. De todas
formas, en honor a quienes me llaman la atención utilizaré el vocablo que ellos
emplean.
La participación –no
considero necesario definir ese concepto a estas alturas-- tiene la posibilidad de poner encima
de la mesa los saberes y conocimientos que existen en todos aquellos que
quieren decir la suya. No escondo, claro está, que en los hechos participativos
siempre hay una disputa de intereses y, bien mirado, como consecuencia existe
una cierta pugna de intereses, más o menos aflorados, más o menos velados.¿Y
qué? Lo contrario de la participación es la confiadamente acrítica delegación
de responsabilidades que, de instalarse definitivamente, limitaría la densidad
democrática de los sujetos sociales y políticos. Lo que, como estamos viendo,
lleva a una determinada inhibición de la ciudadanía con relación a la vida
democrática que, por lo general, acaba en la ‘experta’ gestión de políticos y técnicos. De
ahí que, en mi artículo sobre “El catalanismo social” (también como antídoto) haya insistido
cabezonamente en la importancia de la participación o, si se prefiere, de los
hechos participativos. Me permito
un inciso: no estoy impugnando la mediación,
orientada a aproximar posturas de signo diverso.
Cuando con toda razón
se plantea, directa o indirectamente, la democratización del trabajo; cuando
atinadamente se demandan controles a los organismos públicos y a las
instituciones; cuando se exige más transparencia en las decisiones que afectan
a los ciudadanos, sin lugar a dudas se está hablando con propiedad. Una
participación que no se plantea, desde luego, como una actividad fisiológica
sino en clave de utilidades. Participación, control y transparencia conducen,
como hipótesis fuerte, a utilidades. La ausencia de ello, como certeza, lleva a
lo contrario.
2.-- La gradual desaparición del sistema
fordista está dejando paso a un nuevo paradigma, así en el centro de trabajo
como en la sociedad. Incluso el
taylorismo está conociendo llamativas novedades (que, cierto, no impugnan su
carácter de fondo) que ya no son las del viejo estilo prusiano: hay que evitar
confundir el nuevo con el viejo taylorismo sin olvidar lo (mucho) que les une. Las acciones colectivas del
sindicalismo confederal han tenido –no todo, pero sí algo-- que ver con la desfordización y las
mudanzas del taylorismo.
Pues bien, lo nuevo
–que aparece unas veces de forma abrupta, otras de manera parsimoniosa--, lo
nuevo, digo, posibilita una participación más cotidianamente normalizada. Hoy, la
versatilidad de los nuevos instrumentos de producción y los nuevos materiales
facilitan los hechos participativos, alargándolos y no estando sujetos a la
coincidencia del tiempo y el espacio. Hasta hace relativamente pronto, la asamblea
físicamente coral (todos en el mismo lugar y a la misma hora) era una condición
necesaria. Las cosas han
cambiado: además de la reunión físicamente coral, hoy se dispone también de
aquellas maneras variadas que permite el nuevo paradigma post fordista.
3.-- No existen hechos participativos, como
concreción de la participación, cuando se ejerce el asambleismo donde la arenga
substituye a la palabra razonada. O por mejor decir, cuando la arenga suplanta
la información escrita de los contenidos a tratar, expuestos con lenguajes
inteligibles. Lo que tiene su especial importancia precisamente en los momentos
de la negociación del convenio colectivo. La información suficiente, antes de
la toma de decisión, debe ser una regla de oro para el buen ejercicio de los
hechos participativos. Una buena práctica, en parecido orden de cosas, la
podemos encontrar en el ius sindicalismo de Fiteqa. Esta organización
federativa ha normado con acierto las condiciones para establecer los grupos
dirigentes de la sección sindical de empresa. Es, indudablemente, una
concreción de lo que podemos entender como ius sindicalismo (1).
De igual modo,
también vale la pena salir al paso de lo que podríamos definir miradas
distorsionadoras de la participación. Serían aquellas que se refieren a
considerar ineludible la consulta participada de la gente en ciertas ocasiones
y su contrario en otros momentos. Por
ejemplo, no han sido infrecuentes las voces que se orientan a la decisión
sólamente entre dos o tres
personas cuando hay que convocar el conflicto; sin embargo, para proceder a la
desconvocatoria se exige el baño democrático o, para ser más certeros, el
placebo del asambleismo y la arenga. Y tres cuartos de lo mismo: para no firmar
el convenio, basta la opinión de Pedro y Pablo, mientras que para estampar la
rúbrica se aduce la necesidad del baño democrático. Esto es populismo del más rancio
pelaje, no es participación. ¿Cosas del sindicalismo sólamente? No, no: hemos visto hace unos días
que, para construir bolivarianamente el socialismo, se ponen todos los poderes
en mano de un caballero. Lo que estaría rematadamente mal, incluso si los que
delegan las responsabilidades están un año sin cobrar un duro como
parlamentarios.
La participación, así
pues, debe ser un acto con las mayores formalidades democráticas. Algunos de
sus componentes (que, en parte hemos anunciado) deberían ser: a) la información
por escrito de los contenidos a tratar y decidir, b) el establecimiento de los
correspondientes quorums, y c) el uso más generalizado de la votación secreta,
dejando el tiempo necesario para darle vueltas a la cabeza y decidir
inteligentemente.
(1) Ver Isidor Boix y José Luis López Bulla:
“Elecciones (sindicales) en Fiteqa”. Revista Derecho Social, núm.29. 2005