(Nota. Esbozo de intervención en el acto sobre Federalisme, que se celebrará en el Ateneu de Barcelona el día 19 de Abril de 2007, organizado por
Aclaro de entrada que soy un federalista muy particular. Tanto es asi que no considero esta importante cuestión (el federalismo) como distintivamente central de la izquierda. Admito, faltaría más, que para quien se declare de izquierdas pueda serlo. Pero no para un servidor.
Y lo explico desde dos elementos: cómo entiendo que debe ser la izquierda y por la cosa de las prioridades.
Creo que la política de izquierdas debería tener como fundamental seña la cuestión social. Y, en consecuencia, esta es la prioridad. Así pues, yendo por lo derecho: para mí el federalismo no es la cuestión esencial de la izquierda. Por cierto, me gustaría citar a mi padre quien afirmaba que con frecuencia muchas prioridades equivalen a ninguna. Más todavía, estoy firmemente convencido que la izquierda –desde hace muchos años-- ha estado asimétricamente preocupada: ha dedicado menos tiempo a lo más esencial y más horas a lo menos importante. De ahí los enormes retrasos en la comprensión y el desvelamiento de los grandes cambios, económicos y sociales, que están en curso; de ahí las dificultades en procurarse una convincente representación de los intereses de las gentes de carne y hueso; y de ahí, también, el distanciamiento entre política y la ciudadanía.
Hizo bien la praxis socialista en situar en primer plano la cuestión social, y no estuvo atinada olvidando o relegando el federalismo. Tal vez, visto con un poco de serenidad, no podía abarcar tanto. Tiene razón Geoff Eley (“Un mundo que ganar”, Crítica, 2002) cuando escribe que el socialismo, entendido en su sentido más amplio, olvidó muchos e importantes temas. El federalismo, que lo cita indirectamente, fue uno de ellos.
Ahora bien, ¿se trata de que la izquierda recupere el tiempo perdido en torno al federalismo o, más bien, la cosa va por situar al federalismo, directa o indirectamente, como el eje por donde debe pivotar la izquierda? Son dos cosas distintas.
Por otra parte, pienso que tácticamente no es muy acertado situar ahora mismo la cuestión federal en el centro de las preocupaciones de la izquierda. Por dos razones cuya jerarquía conceptual no estoy en condiciones de ordenar. Una, lo importante es que se consolide el tierno itinerario de los nuevos Estatutos de Autonomía; dos, no me parece conveniente tensar la cuerda política todavía más de lo que está en la actualidad. Aunque también me valdría el orden inverso. En todo caso, para lo uno y lo otro se precisa el viejo concepto gramsciano de la hegemonía. Y el caso es que, mirando por todos los rincones, no veo cómo se puede establecer de manera creíble y no artificiosa una hegemonía –política, social y culturalmente-- que se granjee amplias bolsas de simpatía por la construcción federal del Estado y evite las menores en su contra. Desde luego, no creo que se pueda hacer sobre la base de decisiones a palo seco, esto es, al margen de políticas reformadoras en los campos sociales.
23.03.07
Esta será –no lo aseguro totalmente— la última entradilla sobre el federalismo antes del debate en el Ateneu barcelonés del 19 de Abril. Seguiré, pues, hablando de casi lo mismo y con el mismo carácter que los anteriores escritos: se trata de apuntes, de un esbozo para hilvanar mejor, y con tiempo, mi intervención en dicho acto.
Esto es lo que les pienso interpelar a los federalistas, ya sean los que lo piden para el ahora mismo (Josep María Balcells y algunos relevantes miembros de Ciutadans pel Canvi) o para quienes se lo toman con más sosiego. Les diré: vale, supongamos que las condiciones están maduras para esa gran operación; supongamos que la vieja señora, Doña Correlación de Fuerzas, nos guiña el ojo como diciendo que ahora está la fruta madura. Os interpelo, pues: ¿cómo interpretar el federalismo ahora y a partir de ahora?
Por ejemplo, supongamos que estoy delante de Toni Comín. Le diré: Oye, Toni, tengo la sospecha de que estáis planteando la cuestión federal como si todavía estuviésemos en el mismo eje de coordenadas del tradicional Estado-nación. ¿Me equivoco? Más todavía: oye, Toni, me da en la cabeza que estáis planteando la cuestión federal como si el paradigma fordista siguiera campando por sus respetos. ¿Estoy meando fuera del tiesto? Y, sigo con mis suspicacias: oye, Toni, ¿meto la pata si pienso que el planteamiento que hacéis sobre la cuestión federal parece olvidar que el patio de vecinos europeo es otra cosa? Darás en el clavo si contestas que es complicado discutir sobre sospechas. Vale, pero te respondo: resulta que no he visto novedades en el diseño que hacéis sobre el federalismo con relación a la “doctrina” tradicional, de un parte, y, de otra, no veo que relacionéis el asunto con las grandes transformaciones que están en curso. Es más, si me afirmas que lo tenéis escrito, dime dónde se encuentra para que un servidor, perinde ac cadaver, lo estudie detenidamente.
Esta mascletá continua de la siguiente manera: si genéricamente podemos hablar de valores federalistas, ¿cómo y de qué manera concreta los relacionamos con los intereses federalistas? Porque, se convendrá que no es infrecuente que algunos sectores de la izquierda les da algún repullo hablar de intereses. En este caso --queridos amigos, conocidos y saludados-- la relación entre valores e intereses me lleva a preguntar: ¿qué sectores de la ciudadanía son susceptibles de coaligarse de manera diversa en pos de la senda federal y quiénes serían los sujetos principales en esa caminata?
Quede claro: estas preguntas se hacen en el supuesto teórico de que Doña Correlación de Fuerzas –al igual que a Rebeca de Winter no la vemos en pantalla, pero juro por lo más terreno que ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo, como
Ahora bien, por si las moscas: sed precavidos; la tal doña es bastante versátil y poco de fiar.