Por lo general el Círculo de Empresarios habla en contadas ocasiones; ahora propone un único contrato laboral y un fondo empresarial para pagar despidos. Y si se lee atentamente la noticia que comentamos, caeremos todos en la cuenta del carácter orgánico de estos planteamientos cuyo autor es don Claudio Boada. Pero si el audaz lector se encuentra fatigado, yo mismo le hago un ligero resumen de lo dicho. 1) ese único contrato laboral no sería “ni temporal ni indefinido”, 2) una indemnización por despido universal, cercana a los 20 días por año trabajado, 3) un fondo de garantía empresarial para abordar los despidos, y 4) una reforma de la negociación colectiva dando preeminencia a los convenios de empresa y vaciando de contenido los de ámbito `superior´ que aboliera la ultractividad: la prórroga automática de un convenio en caso de no alcanzarse otro, amén de permitir mayor flexibilidad para los `descuelgues´y la supresiñon de la indiciación automática de los salarios. Dicho lo cual, don Claudio Boada descansó.Lejos están, pues, los tiempos –cuando la crisis se hizo dramáticamente visible— en los que el colega de don Claudio, el presidente de la CEOE, reclamaba que la economía de mercado se tomara unas vacaciones sin indicar, por lo demás, con qué substituirla. Y es precisamente ahora, con un empeoramiento de la situación, cuando la intelectualidad orgánica del empresariado toma carrerilla y repropone la misma filosofía (perdón, la exigencia de las prácticas) que, en buena medida, nos llevaron por la calle de la amargura de esta crisis. A saber, la flexibilidad unilateral (en manos del propietario o del management) y la apariencia de unas relaciones laborales que significarían la quiebra del derecho del trabajo y sus mecanismos tuitivos, especialmente con la desestructuración del convenio colectivo. Que debe ser preferentemente líquido. Llamo convenio convenio líquido a la resultante del intercambio entre la concreción de lo que acepta el trabajador y la hipotética promesa genérica de la contraparte: el do ut des, se transforma en "yo te doy", tú no me das nada tangible. En definitiva, lo que se busca es que el dador de trabajo consiga la total autonomía para fijar las condiciones de trabajo y la mayor relegitimación de la empresa tal como dejó escrito Antonio Baylos en su fecundo libro "Derecho del trabajo: modelo para armar", publicado en aquel lejano año de 1991.Ahora bien, don Claudio sabe perfectamente que sus propuestas no van a colar. Sin embargo, se tira al ruedo, en clave legionariamente neoliberal, con la idea de organizar una potente resistencia empresarial en este contexto y, de paso, ver qué propuestas pueden ser aceptadas por el Gobierno o en las negociaciones en curso. Nuestro hombre parece pensar que algunas de ellas no son imposibles de conseguir aunque crea que son improbables. Ahora bien, no hace falta ser un lince (animal que está de moda en otros ambientes fundamentalistas) para saber que el sindicalismo confederal le dirá que ni hablar del peluquín. Pero, tal vez, don Claudio lo sepa, y entonces la hipótesis puede ser otra: que piense que, depende cómo se salga de la crisis, lo que está formulando se convertiría en el proyecto empresarial a llevar a la práctica.Sea como fuere, tengo para mí que el sindicalismo confederal tiene algo que aprender de la metodología de don Claudio: el carácter de unas propuestas orgánicas concretas, trabadas con su prioridad, sus vínculos y compatibilidades. O, lo que es lo mismo, ir al grano sin retóricas y señalando instrumentos. Don Claudio no se anda por las ramas. De esa manera piensa que es la mejor manera de desforestar el sindicalismo confederal y el Derecho del Trabajo. La primera conclusión provisional que me viene a la cabeza es: vayamos nosotros también al grano con unas propuestas de nuevos instrumentos, al tiempo que aprovechamos los existentes y los extendemos todo lo que se pueda. El primero, por supuesto, es el propio sindicato: hay que decirles a los trabajadores y a las trabajadoras que todavía sigue siendo insuficiente, muy insuficiente, la densidad afiliativa que tenemos. Que, efectivamente, estamos plantando cara, pero que si tenemos más afiliación, estaremos en mejores condiciones para seguir plantando cara.
martes, 24 de marzo de 2009
CUANDO DESPERTÓ BOADA YA NO ESTABA ALLÍ
Por lo general el Círculo de Empresarios habla en contadas ocasiones; ahora propone un único contrato laboral y un fondo empresarial para pagar despidos. Y si se lee atentamente la noticia que comentamos, caeremos todos en la cuenta del carácter orgánico de estos planteamientos cuyo autor es don Claudio Boada. Pero si el audaz lector se encuentra fatigado, yo mismo le hago un ligero resumen de lo dicho. 1) ese único contrato laboral no sería “ni temporal ni indefinido”, 2) una indemnización por despido universal, cercana a los 20 días por año trabajado, 3) un fondo de garantía empresarial para abordar los despidos, y 4) una reforma de la negociación colectiva dando preeminencia a los convenios de empresa y vaciando de contenido los de ámbito `superior´ que aboliera la ultractividad: la prórroga automática de un convenio en caso de no alcanzarse otro, amén de permitir mayor flexibilidad para los `descuelgues´y la supresiñon de la indiciación automática de los salarios. Dicho lo cual, don Claudio Boada descansó.Lejos están, pues, los tiempos –cuando la crisis se hizo dramáticamente visible— en los que el colega de don Claudio, el presidente de la CEOE, reclamaba que la economía de mercado se tomara unas vacaciones sin indicar, por lo demás, con qué substituirla. Y es precisamente ahora, con un empeoramiento de la situación, cuando la intelectualidad orgánica del empresariado toma carrerilla y repropone la misma filosofía (perdón, la exigencia de las prácticas) que, en buena medida, nos llevaron por la calle de la amargura de esta crisis. A saber, la flexibilidad unilateral (en manos del propietario o del management) y la apariencia de unas relaciones laborales que significarían la quiebra del derecho del trabajo y sus mecanismos tuitivos, especialmente con la desestructuración del convenio colectivo. Que debe ser preferentemente líquido. Llamo convenio convenio líquido a la resultante del intercambio entre la concreción de lo que acepta el trabajador y la hipotética promesa genérica de la contraparte: el do ut des, se transforma en "yo te doy", tú no me das nada tangible. En definitiva, lo que se busca es que el dador de trabajo consiga la total autonomía para fijar las condiciones de trabajo y la mayor relegitimación de la empresa tal como dejó escrito Antonio Baylos en su fecundo libro "Derecho del trabajo: modelo para armar", publicado en aquel lejano año de 1991.Ahora bien, don Claudio sabe perfectamente que sus propuestas no van a colar. Sin embargo, se tira al ruedo, en clave legionariamente neoliberal, con la idea de organizar una potente resistencia empresarial en este contexto y, de paso, ver qué propuestas pueden ser aceptadas por el Gobierno o en las negociaciones en curso. Nuestro hombre parece pensar que algunas de ellas no son imposibles de conseguir aunque crea que son improbables. Ahora bien, no hace falta ser un lince (animal que está de moda en otros ambientes fundamentalistas) para saber que el sindicalismo confederal le dirá que ni hablar del peluquín. Pero, tal vez, don Claudio lo sepa, y entonces la hipótesis puede ser otra: que piense que, depende cómo se salga de la crisis, lo que está formulando se convertiría en el proyecto empresarial a llevar a la práctica.Sea como fuere, tengo para mí que el sindicalismo confederal tiene algo que aprender de la metodología de don Claudio: el carácter de unas propuestas orgánicas concretas, trabadas con su prioridad, sus vínculos y compatibilidades. O, lo que es lo mismo, ir al grano sin retóricas y señalando instrumentos. Don Claudio no se anda por las ramas. De esa manera piensa que es la mejor manera de desforestar el sindicalismo confederal y el Derecho del Trabajo. La primera conclusión provisional que me viene a la cabeza es: vayamos nosotros también al grano con unas propuestas de nuevos instrumentos, al tiempo que aprovechamos los existentes y los extendemos todo lo que se pueda. El primero, por supuesto, es el propio sindicato: hay que decirles a los trabajadores y a las trabajadoras que todavía sigue siendo insuficiente, muy insuficiente, la densidad afiliativa que tenemos. Que, efectivamente, estamos plantando cara, pero que si tenemos más afiliación, estaremos en mejores condiciones para seguir plantando cara.