He leído un libro muy interesante: Los orígenes del fundamentalismo en el judaísmo, el cristianismo y el Islam, su autor es Karen Armstrong [Fábula Tusquets, 2009] Lo compré en la Llibreria La Llopa (Calella). Me costó 11 euros y pico. El libro tiene 532 páginas.
Andaba yo buscando desde hace algunos años el origen del fundamentalismo en los Estados Unidos. Yo creía erróneamente que dicha costra era relativamente reciente, algo así como del siglo XX. Pues bien, mi sorpresa ha sido mayúscula porque ese fenómeno recorre, de hecho, la historia de aquel país. Más todavía, es anterior –según los datos que aporta Armstrong— a la Declaración de la Independencia. O, lo que es lo mismo, la irascible reacción (y el carácter de la misma) de no pocos grupos organizados contra las reformas de Obama viene de muy atrás. Se trata de unos movimientos político-religiosos, mayormente populistas que, de manera no infrecuente, han contado con el protagonismo de sectores académicos.
No es oro todo lo que reluce en el libro, pero es muy esclarecedor y documenta a quienes, como un servidor, no tengan ni idea del origen de una serie de comportamientos de masas en los Estados Unidos. Y, por supuesto, su lectura sirve para poner en barbecho el resto de la buena literatura negra que nos queda por leer. Por ejemplo, “Si los muertos no resucitan”, de Philip Kerr. Buena novela donde las haya, pero puede esperar a que leamos el libro de Armstrong. Vale.
Andaba yo buscando desde hace algunos años el origen del fundamentalismo en los Estados Unidos. Yo creía erróneamente que dicha costra era relativamente reciente, algo así como del siglo XX. Pues bien, mi sorpresa ha sido mayúscula porque ese fenómeno recorre, de hecho, la historia de aquel país. Más todavía, es anterior –según los datos que aporta Armstrong— a la Declaración de la Independencia. O, lo que es lo mismo, la irascible reacción (y el carácter de la misma) de no pocos grupos organizados contra las reformas de Obama viene de muy atrás. Se trata de unos movimientos político-religiosos, mayormente populistas que, de manera no infrecuente, han contado con el protagonismo de sectores académicos.
No es oro todo lo que reluce en el libro, pero es muy esclarecedor y documenta a quienes, como un servidor, no tengan ni idea del origen de una serie de comportamientos de masas en los Estados Unidos. Y, por supuesto, su lectura sirve para poner en barbecho el resto de la buena literatura negra que nos queda por leer. Por ejemplo, “Si los muertos no resucitan”, de Philip Kerr. Buena novela donde las haya, pero puede esperar a que leamos el libro de Armstrong. Vale.