miércoles, 16 de abril de 2008

LA SALUD COMO NEGOCIO

Aunque no abundó excesivamente la información, hace unos cuatro años supimos que la casa farmacéutica norteamericana Merxk & Co estaba dando, por decirlo benévolamente, gato por liebre: Vioxx, el anti-inflamatorio, fue juzgado como un producto peligroso (por cierto, antes de que fuera retirado del comercio) en tanto que responsable de decenas de millares de infartos y de ictus. ¿Se acuerdan ustedes o no? Para eso estamos aquí: para que la memoria no desfallezca del todo.

Pues bien, en aquel año de 2004, el fármaco fue retirado de las boticas, aunque –utilizando un lenguaje de máscaras y disfraces sintácticos— se dijo que sólo podría tener efectos indeseados si se consumía durante 18 meses. Sólo en esas condiciones, afirmaron los dicharacheros lingüistas, podía haber riesgo de ictus y problemas cardiovasculares importantes.

Pues bien, una voz amiga (concretamente, Javier Sánchez del Campo, voraz lector de revistas especializadas) me pone al tanto de que New Scientist relata que importantes científicos afirman que la Merck escondió los resultados de los estudios que efectuaron a los pacientes que habían sido tratados por el medicamentucho (esto lo digo yo) de marras, el Vioxx, desde 2001. O sea, que por lo menos la pócima estuvo tres años en la noche: en la noche de ronda como la luna que se quiebra entre las tinieblas de mi soledad. Escándalo...

Es un escándalo porque la Vioxx ha estado cinco años en el mercado dándole a la empresa, Merck (retenga este nombre y, si no puede, tome rabillos de pasas) más dinero que el explotado en las minas de Potosí. Como se ha dicho, la empresa retira el medicamentucho. Y es, entonces, cuando los afectados organizan una serie de juicios en cadena. Total, la empresa tiene que indemnizarles con un global de 50.000 millones de dólares: cincuenta mil millones de dólares.

Pero llega un momento en que el profesor Richard Kronmal, profesor de Estadística de la Universidad de Washington (Seatle) cae en la cuenta de que el análisis de los documentos que se han presentado a lo largo del proceso evidencia que los científicos de la empresa estaban al corriente de la peligrosidad de la pócima mucho antes de su retirada en 2004. [Mi primera observación: saber matemáticas es harto conveniente; con quedarse sólo en la regla de tres simple no se llega muy lejos. Segunda observación: los científicos de empresa, al parecer, se saben de memoria la famosa poesía de Quevedo, aquella de “poderoso caballero es don Dinero”]

Junto a Kronmal estaba otro profesor, Bruce Psaty. Ambos estudiaron atentamente un documento interno de la empresa, elaborado en 2001. Era un documento en el que se explicaban dos muestreos de 1000 pacientes: uno, con relación al Vioxx; otro, con placebos. El resultado fue: entre los tratados con Vioxx hubo 34 muertos y 12 entre los que tomaron el placebo. Naturalmente, la empresa no dijo ni pío, se calló. ¿Para qué darle cuatro cuartos al pregonero si, con esos cuatro cuartos podían tapar la boca a los científicos de la empresa?Cuando las autoridades pidieron explicaciones, una vez descubierto el pastel, los dirigentes de la empresa –siguiendo el cantinfleo minimalista al uso— contestaron con esta maravilla sintáctica que hubiera dejado pasmado al mismísimo don Luis Wittgenstein: “las muertes son consecuencia de fluctuaciones causales; de todas maneras esas muertes tienen una entidad numérica irrelevante” (sic, aunque en lengua inglesa).

La empresa –erre que erre en su cabezonería de las Montañas Rocosas— hizo algo más: distribuye un comunicado de prensa donde afirma que “no se ha demostrado evidencia alguna que relacione las muertes con el uso del Vioxx; algunos muertes se deben a accidentes de coche, envenenamiento, infecciones y otras causas no relacionadas con el medicamento”. Naturalmente a este escriba sentado, el redactor del comunicado, debió de cobrar una prima extra. Pero eso no lo sabemos (todavía).

Pero, comoquiera que sigue habiendo científicos serios (que no responden al Becerro de Oro), el profesor David Egilman –de la University de Attleboro, Massachusetts— demuestra que se ha ocultado, por parte de la empresa, un estudio posterior, llamado “Protocolo 906”. Este estudio comparaba el Vioxx con otro fármaco, el Celebrex (Pfizer) utilizados los dos por 450 pacientes que sufrían de artritis. Pues bien, los “daños colaterales” (otra figura retórica postmoderna) daba este resultado: porcentualmente los colateralizados por Vioxx eran el doble que el otro.

Así las cosas, tal vez valga la pena hacer un ejercicio mentalmente acrobático: ¿de qué no nos enteramos? Por lo demás, si alguien quiere información de los vínculos entre la sanidad y los negocios haría bien en leer (no en diagonal como hacen los pijohorteras) el libro del doctor Carles Forn, de mataronesa patria: “La salut, ¿medicina o negoci?”. El afamado traumatólogo me ha pedido que le presente el libro. Cosa que haré con mucho gusto.


E-mail que recibo con relación al asunto de que se trata.

Querido Gordo: creo que en tu artículo de hoy olvidas una cosa que, paradójicamente, ha sido muy poco destacada por los medios de comunicación. Hace unos cinco años Joan Ramon Laporte -hijo del ex conseller de Sanitat, director de la Fundació Institut Català de Farmacologia y comilitón mio en la Federación Universitaria de PSUC- ya denunció el fraude médico del VIOXX. Merk se querelló contra él y se la tuvo que envainar -la farmacéutca, no el doctor- porque el Juzgado aseguró que la investigación era seria y científica. Lo cojonudo es que ahora prácticamente nadie cita ese episodio. Y lo más cojonudo es que prácticamente nadie reflexiona sobre el auténtico poder de las grandes corporaciones farmacéuticas en el mundo -junto con las químicas, alimentarias, etc.-, cómo marcan las políticas nacionales e interncionales y cómo controlan los medios, salvo, por supuesto, tu blog y otros pocos. Saludos, Helecho

Muy agradecido quedo al doctor Helecho por haberme refrescado la memoria.

Recibo ahora un e-mail de don Lluis Casas.

Ojo al parche, a propósito de la noticia comentada, les recuerdo a los lectores-participantes que existen varias novelas de John Grisham sobre el poder de las corporaciones, farmaciaúticas o no, de sus manipulaciones jurídicas y técnicas y de su capacidad financiera de resistencia a lo obvio y a lo juzgado. También corre por ahí una excelente película de Coppola, de obligatoria visión en las escuelas, sobre las aseguradoras sanitarias privadas. Los técnicos al servicio del capital salen bien apaleados y la comparación con el sistema de salud público es brutal.
Ese asunto del poder del capital está muy trillado y lamentablemente olvidado, existen diversos manuales para entenderlo, los de Marx por ejemplo o Anselmo Lorenzo como más cercano. Incluso en el campo reformista la misma Clinton se dio de bruces con ello. Me sorprende, valga la redundancia, esa sorpresa que expresa el Gordo (por cierto ¿quien es?, en Parapanda todos lucen una figura de torero) y su comentarista. Son gente muy leída y muy hecha a estos asuntos. 
Les recuerdo que en campo de la farmacia existen reguladores que deben preservar los intereses colectivos, así como el banco de España y la Reserva Federal lo hacen en el campo bancario. Con éxitos notables como esta reciente crisis hipotecaria.
En fin, en todo caso agradezco el detalle de su difusión y me congratulo de conocer también a Laporte, hay sagas familiares que son coj…) y merecen colectivamente la medalla de Sant Jordi, merecimiento cierto y verdadero.
Lluis Casas, tomando aspirinas por si acaso.

Nuevo e-mail del doctor Helecho.

Me permito ampliar el número de lecturas recomendadas sobre la materia. De una parte, "El jardinero fiel" de John Le Carré, y de otra -imperdible- "El cerebro de Kennedy" del maestro Mankell.


Sin duda es un tema manido. Pero ocurre que sólo se trata en el ámbito literario. Ninguna noticia sale en los papeles sobre esos escándalos. Y, por cierto, nos hemos olvidado de las petroleras...

lunes, 7 de abril de 2008

SINDICATO VIETNAMITA Y LA NOKIA

Más de 20.000 obreros de la Nike en Vietnam ha realizado una huelga de dos días (31 de Marzo y 1 de Abril) exigiendo un incremento de los salarios. Estos trabajadores tienen un salario mensual que equivale a unos 37 euros: la tercera parte de lo que vale un par de zapatos en Occidente. Se trata de la movilización más importante que se ha dado en aquel país desde la reunificación en 1976.

La exigencia de los huelguistas era de un aumento de 200.000 dongs (esto es, el equivalente a 8 euros). Finalmente, la cosa quedó, tras la huelga, en una subida de 100.000 dongs, que fue aceptado por la plantilla.

La novedad de esta movilización es que –según fuentes amigas, dignas de todo crédito— ha sido convocada y dirigida, dicho descriptivamente, por los “sindicatos oficiales”. Decimos que es una novedad porque la Constitución vietnamita declara que el país es una “República socialista” y todos sabemos hasta qué punto el sindicalismo en tales pagos pinta una oblea.

Las mismas voces amigas se extrañan de que la Central Sindical Internacional, siempre al tanto de lo que pasa por los cuatro puntos cardinales del barrio global, no haya informado de esta huelga tan significativa. Y sigo, las mencionadas voces me aclaran que no es la primera vez que los sindicatos vietnamitas se ponen al frente del conflicto social, aunque en esta ocasión la cosa ha sido más contundente. Más todavía, la acción organizada del sindicalismo vietnamita es mucho más dinámica que la de los chinos.

Así las cosas, sería conveniente que, en aquellos países de naturaleza más o menos similar a la del Vietnam, los “sindicatos oficiales” tomaran nota del ejemplo y las autoridades se dispusieran a reconocer el derecho de huelga y el conjunto de las libertades sindicales. Estoy pensando en Cuba, a riesgo de que me gane una reprimenda irascible de quienes son más castristas que Castro El Mayor y Castro El Menor.


Por lo demás, parece de cajón que el sindicalismo mundial debería, igualmente, tomar buena nota de las evoluciones del sindicalismo vietnamita y entrar en relaciones con éste.