Ayer fue un día grande, lo dijimos en EN LA CALLE O EL FRENO DE EMERGENCIA. Por eso estaban inquietos algunos contramanifestantes. Quiero decir que no es la primera vez que se organiza algo más que el deslucimiento de una movilización como, por ejemplo, las estudiantiles de ayer mismo en Barcelona. Que estructura eso de reventar la presencia de la gente en la calle. La idea es equiparar, a través de los aparatos mediáticos, la acción democrática con actos de vandalismo que --sutilmente o de manera directa, según los casos-- se atribuiría a los organizadores de la protesta. Históricamente, en no pocas ocasiones, ciertas sentinas del Estado o algunas organizaciones tenebrosas, disfrazados de radicalismo para no infundir sospechas, han sido destacados protagonistas de transformar la acción colectiva de protesta en una zahúrda callejera. Así pudo ser ayer por la mañana en Barcelona.
No es que la izquierda se tenga que desmarcar piadosamente de tales acciones, es que debe condenarlas obligatoriamente sin ningún tipo de paños calientes. En caso contrario aparecería o bien condescendiente o bien timorata. O, tal vez, condescendientemente timorata como aquel cacho de la izquierda italiana (al principio no pequeña) que calificaba a las Brigadas Rojas como compañeros equivocados [compagni sbagliati]. Como queriendo decir: son de los nuestros, aunque no acierten con esos métodos. De manera que mientras las izquierdas no denuncien tales comportamientos estaremos en la misma espiral.
¿Cuál es el interés de estos neoquintacolumnistas? Trasladar el conflicto político a un altercado de orden público para conseguir que la batalla de ideas se evapore y todo quede reducido a la condena del comportamiento brutal de la policía que está al mando del (chestertoniano) personaje El hombre que fue Jueves. Así pues, los organizadores de la acción inequívocamente democrática deben saber, a estas alturas, qué les conviene si bajar la cabeza ante esos compañeros equivocados o decirles sin disimulo que sirven objetivamente a los intereses de quienes gestualmente dicen atacar. Eso ya lo sabía el Cojo Mantecas.