26 de Julio de 2011 (Trasladado de Metiendo bulla)
El crimen fue en Granada, ¡en
su Granada!, dijo don Antonio
Machado en
aquel verso famoso al enterarse del asesinato de García
Lorca por
un pelotón fascista. El crimen fue en Granada: cerca de cuatro mil personas
fueron fusiladas por pelotones del ejército de Franco ante la tapia del
Cementerio. Hace setenta y cinco años. Y, de nuevo, quince lustros después, el
crimen fue en Granada: el equipo de gobierno del Ayuntamiento de la ciudad de
don Mateo
Lisón-Biedma y Mariana
Pineda, de Ramón
Lamoneda y Federico ordena
fascistizadamente quitar la placa de la tapia del Cementario que recuerda la
masacre. Empero, mantiene un monolito que, en pleno centro de la ciudad, se
alza: el del señorito José Antonio. Desgraciada la rama de hoy que ha salido de
ese tronco de ayer: los fascistas de hogaño, descendientes de la camada del
tétrico capitán Nestares. Por supuesto, se trata de intentar borrar la memoria.
Pero, sabiendo que es imposible, los nietos lo que en el fondo nos están
diciendo es: estos son nuestros poderes.
El crimen ha vuelto a ser en Granada a pocos días de la masacre en Noruega. [Sépase lo que nos dice Luis Recuenco, profesor dela Universidad Pompeu
Fabra al respecto: “Eirik Vold, periodista noruego castellano parlante, me
envía un mensaje para avisarme del alcance político del atentado noruego. Me
cuenta que los jóvenes laboristas masacrados en la isla de Utoeya habían
celebrado el pasado 18 de julio un acto de recuerdo de la guerra civil
española, rindiendo homenaje a cuatro brigadistas internacionales noruegos”].
Dos crímenes, pues, el de Granada, a través del bastón de mando; el noruego,
igual que las metralletas de los masivos asesinatos granadinos. Los dos con la
aproximada intención de apropiarse del presente y administrar el futuro a golpe
de látigo. Aclaro, no es principalmente la rabia que siento, como granadino y
ciudadano del mundo, lo que me lleva a hablar de esta manera: es la cabeza que
serenamente está en su lugar.
Este crimen del bastón de mando no es un asunto granadino. Es de todo el mundo. Todos debemos reaccionar enviando a ese infame equipo de ediles nuestra masiva, enérgica protesta. No hay tintas medias en este asunto. Las víctimas de ayer necesitan una reparación. Me imagino la amargura de don Gabriel Fernández Valladares, un octogenario que tenía seis años cuando fusilaron a su padre, el concejal socialista Juan Fernández Rosillo, asesinado el 7 de agosto de 1936. "Llevo 75 años esperando que se dignifique el lugar y ni siquiera permiten una placa en memoria de los que asesinaron”. Un anciano que reclama –una propuesta que debemos apoyar todos-- que el próximo 2 de agosto, el Gobierno andaluz declare por fin la tapia del cementerio como lugar de memoria histórica. El presidente Griñán debe responder con urgencia. Que lo haga dependerá de su voluntad política, de su sentido del humanismo… y de la presión sostenida de todas las personas que se sientan concernidas.
El crimen ha vuelto a ser en Granada a pocos días de la masacre en Noruega. [Sépase lo que nos dice Luis Recuenco, profesor de
Este crimen del bastón de mando no es un asunto granadino. Es de todo el mundo. Todos debemos reaccionar enviando a ese infame equipo de ediles nuestra masiva, enérgica protesta. No hay tintas medias en este asunto. Las víctimas de ayer necesitan una reparación. Me imagino la amargura de don Gabriel Fernández Valladares, un octogenario que tenía seis años cuando fusilaron a su padre, el concejal socialista Juan Fernández Rosillo, asesinado el 7 de agosto de 1936. "Llevo 75 años esperando que se dignifique el lugar y ni siquiera permiten una placa en memoria de los que asesinaron”. Un anciano que reclama –una propuesta que debemos apoyar todos-- que el próximo 2 de agosto, el Gobierno andaluz declare por fin la tapia del cementerio como lugar de memoria histórica. El presidente Griñán debe responder con urgencia. Que lo haga dependerá de su voluntad política, de su sentido del humanismo… y de la presión sostenida de todas las personas que se sientan concernidas.