jueves, 4 de agosto de 2011

ECHEMOS UNA MANO AL SINDICALISMO INDEPENDIENTE DE CHINA

22 de Octubre de 2007





Ayer finalizó --se supone que a bombo y platillo— el encuentro del Gran sandedrín, perdón: el Congreso del partido comunista chino. Más allá de las pugnas internas por el poder del aparato (o, si se prefiere, del Estado) en lo que se refiere al pluralismo político no hay nada nuevo bajo el sol. O, por mejor decir: naranjas de la China. La paradoja es que, en Occidente, nadie dirá esta boca es mía. No es cosa de provocar al gigante. Por lo demás, el mundo de la empresa trasnacional seguirá encantada de la vida (al menos por ahora) pues le interesa que en aquel gran país las cosas se muevan lo menos posible. Porque se si se abre un postigo de la ventanilla, las cosas acaban desmadrando democráticamente. Ni siquiera un airecillo de reforma de la cuestión sindical... Porque se les da a los trabajadores la mano y acaban tomándose todo el brazo. Se trata de lógica, claro. De un lado, la lógica del partido: si éste se autolegitima como `vanguardia del proletariado´, los sindicatos no pintan una oblea; deben seguir siendo el capataz-mayordomo el partido-Estado. De otro lado, la lógica del Estado: no hay que provocar a las compañías multinacionales. La primera lógica recuerda los planteamientos del ingeniero Taylor: si la organización del trabajo que yo diseño es científica, los sindicatos ¿qué pintan los sindicatos ahí? La segunda lógica mama sus fuentes en la historia de los Estados que han sido y son, aunque no sabemos (todavía) si serán. Pero ambas lógicas tienen la consistencia de los vuelos gallináceos. Y, como la propia evolución histórica enseña, tienen poco futuro (1). Tardará poco o mucho, pero la consolidación de los protomovimientos sindicales de base, que ya actúan, está cantada. Les costará, dios y ayuda, pero terminarán creando y desarrollando un auténtico movimiento sindical democrático. Las bases de ello (y algunas paredes maestras) están ya puestas. Tiempo al tiempo. Porque no es posible que pueda ir en paralelo, durante mucho tiempo, un desarrollo hipercapitalista (un ajilismójiles de hoz y martillo y planteamientos megaliberales) sin un contrapoder de, primero, autodefensa y, después, de organizada alteridad en el mundo del trabajo asalariado. Ahora bien, que empiecen a moverse los instrumentos de autodefensa de los trabajadores chinos es importante, pero su desarrollo dependerá también de la solidaridad explícita del movimiento sindical mundial. Me imagino al sindicato mundial (la CSI) ayudando a esos movimientos de base. Todos los esfuerzos en apoyarles, incluso financieramente, serán pocos. Desde luego, algo se está moviendo con diligencia: las reuniones –en la mismísima China— entre los dirigentes sindicales occidentales y los representantes reales de los trabajadores chinos de las empresas multinacionales que allí están instalados. Y, también supongo, que los sindicalistas españoles les contarán a los oficialistas del sindicalismo próxeno chino lo que ocurrió en España con los verticalistas de la estructura franquista. O sea, que no serán complacientes en el caso de que los oficialistas (los capataces-mayordomos) exhiban una variante de multiculturalismo sindical que debe respetarse. ¿Verdad que se me entiende lo que digo y lo que quiero decir? Digamos con claridad que el sindicalismo ancilar fue también una creación europea: la que pusieron en marcha los partidos socialistas, socialdemócratas, comunistas y democrata-cristianos. Tengo por cierto que estos sindicatos oficialistas son incapaces del todo para abordar el gran problema de la mejora de las condiciones de vida, las enormes desigualdades que existen (las viejas y las nuevas), la descohesión social... El presente necesita un sindicalismo democrático en China. Como se ha dicho, en parte ya lo tiene; y, aunque reprimido, está sacando pecho y lo que es más importante: es un sujeto interior en los centros de trabajo. Hay que echarles algo más que una mano. Por razones de pluralismo y defensa de las prácticas democráticas. Y, ¿habrá que insinuarlo?, porque nos conviene a nosotros mismos.





(1) A propósito de vuelos gallináceos. Estábamos en Eslovenia, hace ya muchos años, Rafael Ribó y un servidor. En cierto encuentro con Milan Kucan, el presidente de aquella república (todavía estaba viva la Federación de Yugoeslalvia), se nos explicaba que iban a abrir el grifo para proceder a unas reformas en el campo de la economía, sólo de la economía. En un arranque de impertinencia por mi parte, posiblemente porque estábamos en la hora de los cafés y las copas, le dije: “Oig’ sté, si no abre la mano al pluralismo sindical y a las libertades políticas, no irá a ninguna parte”. Kuçan me miró y dijo: “Jamás, jamás de los jamases”. Seis meses más tarde se tragó el sapo, y según se dice lo acompañó con agua de litines. Tiempo al tiempo en la China, ná, ná.