Dos personalidades de
prestigio (Javier Solana y Daniel Inneraty) escriben al alimón un artículo que
paso a comentar de refilón: La nueva
gramática del poder. El incipit de dicho trabajo dice: “Las principales preocupaciones de
la humanidad hoy no son tanto males concretos como amenazas indeterminadas. No
estamos preocupados por peligros visibles, sino por peligros vagos que podrían
golpear en el momento menos esperado –y contra los cuales no estamos
suficientemente protegidos”.
Ese arranque, como el conjunto del artículo, me ha provocado una cierta comezón: ¿se trata de las principales preocupaciones de la humanidad, según los autores? ¿o se trata de los principales problemas que tiene la humanidad en tanto que tal? ¿el “no estamos preocupados” se refiere a los articulistas o al nosotros global de los trescientos sesenta subpuntos cardinales del planeta?
No quiero ser pejiguera, ¿pero los millones de personas afectadas por las hambrunas y guerras en varios continentes se encuentran ante peligros vagos que pueden golpearlos en el momento menos esperado? Y, aquí en nuestros horizontes menos lejanos: ¿los millones de personas que viven bajo en condiciones infrahumanas, los que han perdido el trabajo, los que no pueden pagar la hipoteca, los desahuciados por una justicia inmisericorde, quienes no pueden llegar a final de semana o del mes, y no sigo para no ponerme colérico con los articulistas, no se encuentran ante peligros visibles?
No puede, ni debe decirse que Solana e Inneraty desconozcan estos dramas, ni tampoco que ignoren la ordenación de la sintaxis. Así pues, ¿se trata de distracciones de fondo o simplemente formales del lenguaje escrito? De Solana, siempre involucrado en los problemas de las alturas, podría esperarse esta tortícolis, pero no de Daniel Inneraty. El primero, que siempre ha viajado por los firmamentos, puede tener una explicación; pero no el segundo, que acostumbra a coger el autobús. Ahora bien, cabe otra hipótesis: que un servidor sea excesivamente quisquilloso y, cargado de años, quiera buscarle los cinco pies al gato. En esta tesitura es claro que el dúo de la gramática del poder no propone reflexiones homeopáticas sino de un tenor que … de un tenor que … de un tenor que no sabría definir.
Ese arranque, como el conjunto del artículo, me ha provocado una cierta comezón: ¿se trata de las principales preocupaciones de la humanidad, según los autores? ¿o se trata de los principales problemas que tiene la humanidad en tanto que tal? ¿el “no estamos preocupados” se refiere a los articulistas o al nosotros global de los trescientos sesenta subpuntos cardinales del planeta?
No quiero ser pejiguera, ¿pero los millones de personas afectadas por las hambrunas y guerras en varios continentes se encuentran ante peligros vagos que pueden golpearlos en el momento menos esperado? Y, aquí en nuestros horizontes menos lejanos: ¿los millones de personas que viven bajo en condiciones infrahumanas, los que han perdido el trabajo, los que no pueden pagar la hipoteca, los desahuciados por una justicia inmisericorde, quienes no pueden llegar a final de semana o del mes, y no sigo para no ponerme colérico con los articulistas, no se encuentran ante peligros visibles?
No puede, ni debe decirse que Solana e Inneraty desconozcan estos dramas, ni tampoco que ignoren la ordenación de la sintaxis. Así pues, ¿se trata de distracciones de fondo o simplemente formales del lenguaje escrito? De Solana, siempre involucrado en los problemas de las alturas, podría esperarse esta tortícolis, pero no de Daniel Inneraty. El primero, que siempre ha viajado por los firmamentos, puede tener una explicación; pero no el segundo, que acostumbra a coger el autobús. Ahora bien, cabe otra hipótesis: que un servidor sea excesivamente quisquilloso y, cargado de años, quiera buscarle los cinco pies al gato. En esta tesitura es claro que el dúo de la gramática del poder no propone reflexiones homeopáticas sino de un tenor que … de un tenor que … de un tenor que no sabría definir.