Noviembre de 2007
Isidor Boix reflexiona
sobre uno de los temas que en el homenaje catalán a Giuseppe Di Vittorio darán
más de hablar: la postura del gran sindicalista italiano con relación a los
“hechos” de Hungría en 1956. Agradezco a Isidor este artículo que tiene, además,
un interés muy actual: sus pinceladas sobre las relaciones de algunos
sindicatos sudamericanos con sus respectivos gobiernos. Digamos que Isidor
conoce el paño. Tiene la palabra el compañero Isidor Boix:
Con la satisfacción de participar en el esfuerzo por recordar la figura del dirigente sindical italiano Giuseppe di Vittorio, voy a referirme a lo que considero uno de los hitos de su actividad al frente dela CGIL ,
de su contribución a hacer de ésta no sólo el gran sindicato de la clase
trabajadora italiana que fue y sigue siendo, sino también un referente para el
sindicalismo mundial. Se trata de su confrontación con Palmiro Togliatti,
dirigente comunista italiano tan próximo tantas veces a la práctica y al
pensamiento comunista español. Su importante divergencia, en relación con la
intervención de la URSS
en Hungría en 1956, no sólo puso de manifiesto la existente entre dos grandes
personalidades de la izquierda italiana, así como entre la CGIL y el PCI, sino que
contribuyó a desarrollar la teoría y la práctica de la relación entre
“sindicato” y “partido”, cuestión clave en la historia de la izquierda
política, esencialmente en el espacio comunista, pero importante también en el
socialista. Una cuestión que está presente además en significativos problemas
que se plantean hoy en las experiencias boliviana y venezolana, entre otras.
Con la satisfacción de participar en el esfuerzo por recordar la figura del dirigente sindical italiano Giuseppe di Vittorio, voy a referirme a lo que considero uno de los hitos de su actividad al frente de
Los trabajos que José
Luis López Bulla nos ha facilitado a través de su blog, relativos a los actos
organizados por la CGIL
en torno a Di Vittorio, cubren amplia y suficientemente uno de los aspectos de
aquella confrontación: la “autonomía” o “independencia” de la CGIL con respecto al PCI, del
primer sindicato italiano respecto a su referente político. La decisión de la
dirección de la CGIL ,
con Di Vittorio como Secretario General, de condenar la intervención soviética
en Hungría, frente a su justificación por parte de Togliatti, del PCI[1], supone en mi opinión algo más, mucho más, que un acto de
lucidez y coraje, más que una vulneración del “centralismo democrático” del PCI
por parte de dirigentes sindicales que constituían la mayoría en la CGIL y que eran al mismo
tiempo dirigentes comunistas. Pero esta importante divergencia supuso y supone
también algo más que una contribución a la “autonomía” o “independencia” del
sindicato. Permite reflexionar sobre la distinta naturaleza de dos
organizaciones que se reclaman de la clase trabajadora, que proclaman sus
objetivos de defensa y organización de ésta, de expresión de sus intereses y
reivindicaciones. A este aspecto pretendo aportar algunas consideraciones, que
me permitirían afirmar que incluso en el supuesto de que desde el Partido (PCI
en este caso) se hubiera acertado (aunque estoy convencido de que no fue así),
el sindicato podría también haber acertado formulando una valoración contraria.
Este planteamiento parte de la, en mi opinión, diferencia de cualidad, o de
esencia, entre el sindicato y el partido político que se reclama de la clase
obrera. Para ello me parece útil, como una pequeña provocación, empezar
recordando una afirmación de Lenin en su polémica con Trotsky que constituye
una línea de pensamiento que lamentablemente no fue luego desarrollada en el
movimiento comunista. Constituye además para mí una cuestión con diversas
anécdotas personales, ya que su mención provocó estupor en alguna polémica,
particularmente con ocasión de una visita a la República Democrática
Alemana (Alemania Oriental) en 1969, en el verano siguiente a la intervención
soviética en Checoeslovaquia aplastando la experiencia conocida como “primavera
de Praga”.
En su folleto “Insistiendo sobre los
sindicatos” de enero 1921, reproducido en el Tomo 3 de las “Obras Escogidas”
pag. 583, Editorial PROGRESO, Moscú 1961, Lenin decía: “... los sindicatos ...
aún están muy lejos de haber perdido ... una base como la ‘lucha económica’ ...
en el sentido de lucha contra las deformaciones burocráticas de la
administración soviética, en el sentido de defensa de los intereses materiales
y espirituales de la masa de los trabajadores ...”[2]. Con esta afirmación criticaba las tesis de Trotsky, quien,
según Lenin, asignaba a los sindicatos la función de “organizar la producción”,
sin contenido reivindicativo propio, sin posibilidad por tanto de confrontación
con el dueño de los medios de producción, la propia clase trabajadora como ente
colectivo, y con su efectivo gestor, es decir el Partido Comunista, el aparato
de gobierno soviético. Tesis, trotskista entonces, que suponía que los
intereses individuales y colectivos de los trabajadores deben someterse al
objetivo superior de la producción, definido por su “vanguardia organizada en
partido político”. Después fue teorizado y practicado por el estalinismo en
todos los países del denominado “socialismo real”[3]. Con escasas variantes en su formulación, los planteamientos
trotskista-estalinistas son por otra parte la concepción, y los intentos de
práctica, que sigue hoy aplicándose en China, Cuba, también en Bolivia y
Venezuela, y como próximas podrían entenderse las de algunos países en vías de
desarrollo como Egipto, Libia, y otros. Con estas afirmaciones Lenin parecía
apuntar[4]a la existencia de bases distintas en la toma de decisiones
de, por una parte, los trabajadores, como colectivo que defiende sus “intereses
materiales y espirituales” y que está organizado como “sindicato”, y, por otra,
del Estado soviético, hegemonizado por el partido bolchevique, al que atribuye
inevitables “deformaciones burocráticas”. ¡Lástima que no hubiesen avanzado,
Lenin o alguno de los considerados entonces y después como “leninistas”, en sus
reflexiones a partir de esta tesis, o de esta intuición! Volvamos a la
confrontación Di Vittorio – Togliatti con ocasión de la intervención soviética
en Hungría. Decía antes que en mi opinión sus planteamientos distintos no
expresaban necesariamente que uno acertara y otro errara, sino que ambos
podrían haber acertado, o errado, en la medida que su discrepancia pudiera simplemente
poner de manifiesto que los sujetos representados, sindicato o partido, tienen
distinta naturaleza. Y, por ello, podrían tener distinta relación con la
cuestión planteada[5].
Se trata por otra
parte de una cuestión de permanente actualidad. Así lo apuntan ejemplos útiles
de las posibles, y en ocasiones inevitables, contradicciones partido-sindicato,
como en los últimos días hemos comprobado en la importante movilización
sindical que se está produciendo en Venezuela enfrentando al sindicato creado
inicialmente por Chávez y su entorno político con los intentos de éste de
sustituir el sindicalismo organizado por “consejos de obreros” atomizados en
los centros de trabajo y tutelados por la estructura del partido político
gobernante. La confrontación sindical con el gobierno venezolano se ha empezado
además a manifestar en la negociación colectiva, entre otros en el convenio de
los petroleros de la empresa pública PDVSA. Es además un fenómeno que en la
última etapa se están manifestando también en la familia socialista, uno de
cuyos ejemplos fue la activa participación de UGT en la Huelga General de
1988 convocada unitariamente por el sindicalismo español contra el gobierno
socialista de Felipe González. Alemania, con Schroeder en la jefatura de
gobierno, o Chile con Bachelet, serían otras elocuentes referencias. Y en
éstas, sólo la fácil respuesta desde el sectarismo creo podría asignar los
calificativos de “acertado” o “errado” a uno de los dos polos de dichas
contradicciones.
Para entender la en mi opinión inevitable
tensión entre sindicato y partido obrero, el punto de partida considero que
debe ser el de entender el sindicato como “organización de intereses”,
conjugando en presente el concepto de interés, lo que lleva al sindicalismo a
negociar con las demás instituciones sociales, con las de gobierno en primer
lugar, en defensa de tales intereses, pero sin la pretensión de conquistar el
poder en la medida que sea consciente de que representa sólo a una parte de la
sociedad. El partido por su parte se configura en torno a presupuestos
ideológicos y objetivos políticos a corto y a largo plazo, y con voluntad de
gobernar las instituciones para su aplicación. Desde tales consideraciones
puede también abordarse la relación entre sindicalismo y política, o, lo que es
lo mismo, cómo el sindicato hace política, como incide en la vida política.
Detengámonos en el concepto del sindicato como “organización de intereses”, que
supone entender su punto de partida en los intereses contradictorios
trabajador-empresa derivados de las relaciones sociales de producción, más allá
del nivel de conciencia individual de las personas que integran la clase y su
expresión organizada como sindicato. El hecho de constituir tal “organización
de intereses” supone un importante nivel de homogeneidad de necesidades, de
problemas, también de objetivos, en el conjunto de sus componentes, aunque
matizada por la heterogeneidad las diversas condiciones de trabajo de los
diversos colectivos que integran el conjunto de los “asalariados” y que dan
lugar a efectivas contradicciones en el seno de la clase, dificultando pero no
impidiendo la construcción de la base común de tales intereses colectivos en
tanto que trabajadores. Sin embargo tales problemas, necesidades, objetivos,
intereses en suma, no permanecen estables a lo largo del tiempo y se integran
en el sindicalismo conjugados siempre en presente. Se traducen con
características de inmediatez en la posibilidad y necesidad del sindicalismo de
organizar y movilizar a los trabajadores más por el acierto de sus propuestas,
por su capacidad para sintonizar con tales necesidades inmediatas, que por una
previa adhesión ideológica.
La capacidad de organización y de movilización
expresa por ello, en cada momento, el mayor o menor enraizamiento de la
organización sindical en la clase trabajadora. El partido político por su parte
tiene su origen en la adhesión individual a un proyecto, ideas, programa,
teoría, ..., con proyección al futuro, reclamando el apoyo hoy para lo que se
pretende hacer mañana, es decir en base a intereses a medio o largo plazo, con
una práctica que para ser coherente está supeditada a la estrategia, mientras
que en el sindicalismo podría incluso afirmarse la inversa: la mejor estrategia
es la que surge de la propia práctica. Supongo que esta afirmación podrá
calificarse de “pragmatismo” o “practicismo”; no es esto lo que me preocupa,
pero sólo quiero añadir que en mi opinión ello no supone olvidar o minusvalorar
la elaboración “ideológica” en el ámbito sindical, sino derivar ésta de la
reflexión sobre la práctica cotidiana, lo que requiere rigor intelectual y
capacidad de elaboración si no mayores al menos del mismo orden que la
diferenciada construcción de la estrategia política. De ello, para afirmarlo
desde el esquematismo inevitable en estas breves notas, resulta que en el
sindicalismo desempeña, debe desempeñar, un papel relevante la defensa de los
intereses concretos e inmediatos derivados de las relaciones sociales, con
evidente incidencia del entorno en el que se desarrollan. La política debe
suponer una apuesta a más largo plazo, sin la necesaria pretensión de validar
sus razones en la adhesión que encuentre en cada momento, confiando de alguna
manera en aquello de que “la
Historia nos dará la razón” (aunque no siempre esta historia
sea tan benevolente). Pero esa importante diferencia de ubicación de sindicato
y partido en su relación con los intereses y su inmediatez, aun cuando ambos se
reclamen del mismo sector social, debe conllevar la necesaria independencia de
ambas organizaciones, superando las tentaciones de dirigismo de una sobre otra
que, como una condena bíblica, se reproducen en los diversos países y momentos
históricos. Una tentación muy arraigada en el movimiento comunista
internacional, pero también fuertemente instalada en el espacio político
socialdemócrata.
La tradición
marxista-leninista, más trotskista que leninista[6] e
indudablemente estalinista, teorizó su voluntad de dirección y dominio del
sindicalismo con sus planteamientos sobre el partido como “vanguardia de la
clase” y practicó o intentó practicar su idea del sindicato como “correa de
transmisión”. Así lo hemos visto, y vivido, hasta que la desaparición práctica
de los propios partidos comunistas o el vuelo autónomo de los sindicatos dio
lugar a una nueva realidad de la que CC.OO. en España, y creo que ya la CGIL en Italia, podrían ser
un buen ejemplo, aunque seguramente no único. Desde esta perspectiva que asigna
a sindicato y partido naturalezas distintas, resulta fácil defender la
presencia, autónoma también, del sindicalismo en la vida política, proyectando
en ésta las consecuencias, propuestas o reivindicaciones políticas que derivan
de los intereses “inmediatos” de la clase trabajadora. Termino estas notas
subrayando, por todo lo apuntado, el interés que tiene en mi opinión recordar
hoy la figura de Di Vittorio para subrayar no sólo su acierto al enfrentarse a
la intervención militar soviética en Hungría, sino también su indudable
aportación a la construcción del sindicalismo como forma de organización
autónoma de la clase trabajadora.
Isidor Boix
[1] Togliatti
y el PCI, al igual que Carrillo y el PCE, esperaron aún 12 años para expresar
un primer y claro desacuerdo con la
URSS y el PCUS, lo que se produjo a raíz de la invasión
soviética de Checoeslovaquia en 1968. Y a ello contribuyó sin duda la posición
de Di Vittorio en 1956.
[2] Roger
Garaudy en su obra “Lenin”, editada en PUF, Paris, 1969, se refiere a
planteamientos de Lenin en este mismo sentido, remitiéndose al Tomo XXIII de
sus Obras Completas y señalando que éste asumía la posibilidad de huelga en la
sociedad soviética como “huelga de los obreros contra el Estado Obrero para
defender este Estado Obrero contra sus inevitables deformaciones burocráticas”,
coincidente esencialmente con este folleto de 1921.
[3] Asignando
además a los sindicatos una tarea complementaria: la de “educar” a los
trabajadores para el “socialismo”.
[4]Ésta es en todo caso mi interpretación.
[5] Aunque
en este caso, en mi opinión hubieran debido coincidir, como sucedió más tarde,
demasiado tarde, ante la intervención del Pacto de Varsovia en Checoeslovaquia.
[6]Al menos del “leninismo” de la mencionada cita de Lenin