Leemos en Nueva Tribuna que El Congreso debatirá sobre el 'descuelgue' salarial a instancias del Partido de los Apostólicos. El asunto requiere algunas consideraciones de fondo que me parecen previas al fulminante rechazo de la propuesta.
Que la Mesa del Congreso de los diputados acepte abrir ese debate me parece inaudito. Porque se trata de una intromisión, absolutamente injustificada, en el territorio de la autonomía de las partes que negocian. Quiero decir que es algo más que un problema de formas democráticas: se trata de una convención asumida así en nuestro país como en el modelo social europeo. De ponerse en marcha estaríamos ante una invasión legiferante en lo que Norberto Bobbio y otros estudiosos (véase la abundante literatura jurídica de Luigi Ferrajoli en Democracia y garantismo) califican de “coto vedado”. Irrumpen, como puede verse, en ese escenario –incluso vedado a los poderes del Estado— lo que está prohibido como “convención democrática acerca de lo que es indecidible para cualquier mayoría” Es decir, ya no sólo es el quién y el cómo de las decisiones, sino el qué: qué no debe decidirse –es decir, la lesión de los derechos de libertad— y, por el contrario, qué debe decidirse, o sea, la satisfacción de los derechos sociales.
Por otra parte, esta irrupción es otra de las manifestaciones de “la lepra neoliberal”, un término que acuñó Bruno Trentin en su diario personal (1). Lo que evidencia de manera estridente que tales prácticas arrasan con todo lo que huela mínimamente a convenciones democráticas. Será miope y astigmático y présbita quien piense que es un problema formal. Es la raíz de la democracia. O sea, es también algo más que la fachada del Partido Popular, un sujeto político cooptado por la “lepra” para mayor gloria del neoliberalismo.
Así las cosas, no debe pedirse a los grupos parlamentarios que voten en contra, sino que no admitan a trámite dicha propuesta. A menos que algunos piensen que pueden aprovechar la ocasión para interferir en el proceso de la llamada reforma de la negociación colectiva.
(1) Cuando en 1999 el Pds propuso a Bruno Trentin que fuera candidato a las elecciones europeas, nuestro amigo se lo pensó mucho. Al final aceptó, aunque dejó escrito en su diario personal lo siguiente: “Me encuentro muy atormentado y atribulado de la decisión que he tomado después de muchas reservas. Ha prevalecido el sentimiento de dar testimonio. Ignoro qué me reserva este futuro de niebla en una situación política (y humana) cada vez más viscosa y desmoralizante tan extraña a los miserables juegos de poder y persecución de las lepras modernistas y neoliberales”.
Debe saberse que a Bruno Trentin le robaron en París, en unas jornadas, la enorme bolsa que siempre llevaba a la bandolera con varios cuadernos de su diario personal que nunca le fueron devueltos. Desde aquí le pedimos al sinvergonzón que los devuelva a los herederos de nuestro amigo
Que la Mesa del Congreso de los diputados acepte abrir ese debate me parece inaudito. Porque se trata de una intromisión, absolutamente injustificada, en el territorio de la autonomía de las partes que negocian. Quiero decir que es algo más que un problema de formas democráticas: se trata de una convención asumida así en nuestro país como en el modelo social europeo. De ponerse en marcha estaríamos ante una invasión legiferante en lo que Norberto Bobbio y otros estudiosos (véase la abundante literatura jurídica de Luigi Ferrajoli en Democracia y garantismo) califican de “coto vedado”. Irrumpen, como puede verse, en ese escenario –incluso vedado a los poderes del Estado— lo que está prohibido como “convención democrática acerca de lo que es indecidible para cualquier mayoría” Es decir, ya no sólo es el quién y el cómo de las decisiones, sino el qué: qué no debe decidirse –es decir, la lesión de los derechos de libertad— y, por el contrario, qué debe decidirse, o sea, la satisfacción de los derechos sociales.
Por otra parte, esta irrupción es otra de las manifestaciones de “la lepra neoliberal”, un término que acuñó Bruno Trentin en su diario personal (1). Lo que evidencia de manera estridente que tales prácticas arrasan con todo lo que huela mínimamente a convenciones democráticas. Será miope y astigmático y présbita quien piense que es un problema formal. Es la raíz de la democracia. O sea, es también algo más que la fachada del Partido Popular, un sujeto político cooptado por la “lepra” para mayor gloria del neoliberalismo.
Así las cosas, no debe pedirse a los grupos parlamentarios que voten en contra, sino que no admitan a trámite dicha propuesta. A menos que algunos piensen que pueden aprovechar la ocasión para interferir en el proceso de la llamada reforma de la negociación colectiva.
(1) Cuando en 1999 el Pds propuso a Bruno Trentin que fuera candidato a las elecciones europeas, nuestro amigo se lo pensó mucho. Al final aceptó, aunque dejó escrito en su diario personal lo siguiente: “Me encuentro muy atormentado y atribulado de la decisión que he tomado después de muchas reservas. Ha prevalecido el sentimiento de dar testimonio. Ignoro qué me reserva este futuro de niebla en una situación política (y humana) cada vez más viscosa y desmoralizante tan extraña a los miserables juegos de poder y persecución de las lepras modernistas y neoliberales”.
Debe saberse que a Bruno Trentin le robaron en París, en unas jornadas, la enorme bolsa que siempre llevaba a la bandolera con varios cuadernos de su diario personal que nunca le fueron devueltos. Desde aquí le pedimos al sinvergonzón que los devuelva a los herederos de nuestro amigo